
Bolivia eligió a un nuevo presidente que asumirá el poder en medio de una profunda crisis económica, lo que podría limitar la capacidad del gobierno para enfrentar al crimen organizado y llevar a más personas a involucrarse en actividades ilegales.
Por Insight Crime
Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano (PDC), de centroderecha, obtuvo el 54% de los votos y derrotó a su rival Jorge “Tuto” Quiroga en la segunda vuelta presidencial del 19 de octubre. Paz prometió fortalecer el control aduanero, poner fin a la minería ilegal y frenar la corrupción. Su compañero de fórmula, Edman Lara, un carismático excapitán de policía conocido por denunciar presuntos casos de corrupción en redes sociales, es ampliamente reconocido por haberle dado a Paz un impulso decisivo en las urnas.
Sin embargo, durante la campaña los temas de seguridad y crimen organizado quedaron relegados frente a las preocupaciones económicas. El país atraviesa una crisis severa con agudos desabastecimientos de alimentos y combustible. La inflación se disparó un 23% este año, y la caída de las exportaciones golpeó las finanzas públicas, amenazó el valor de la moneda y llevó a Bolivia al borde del incumplimiento de su deuda.
Esta situación podría empujar a más bolivianos hacia las economías informales e ilegales y presionar sobre la capacidad del gobierno para combatir el crimen en un momento en que enfrenta varios desafíos criminales urgentes.
Auge del narcotráfico atrae a grupos del crimen organizado transnacional
En los últimos años, el tránsito de cocaína por Bolivia se ha incrementado, y el país también se ha convertido en un productor creciente. Las fuerzas de seguridad descubrieron 1.501 laboratorios de droga en 2024, un aumento del 74% respecto a 2023. Además, el cultivo de coca continuó expandiéndose más allá del límite legal de 22.000 hectáreas, alcanzando las 31.000 hectáreas en 2023, según las últimas estadísticas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
Bolivia comparte fronteras con cinco países sudamericanos, lo que la sitúa en el corazón de las rutas regionales del tráfico de drogas. Aunque carece de grandes organizaciones nacionales de narcotráfico, hay cada vez más evidencia de que grupos extranjeros se están instalando para llenar ese vacío.
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