El asesino sádico, un aprendiz de 17 años, 28 cadáveres escondidos y la pregunta que detuvo la masacre “¿No vas a hacer nada?”
18 Aug 2025, 14:56 6 minutos de lectura

El asesino sádico, un aprendiz de 17 años, 28 cadáveres escondidos y la pregunta que detuvo la masacre “¿No vas a hacer nada?”

Por Internacionales

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Elmer Wayne Henley Jr se hizo amigo de David Brooks, quien a su vez era muy cercano a Dean Corll, de más de treinta años. Los tres empezaron a cometer robos

 

“No me importa quién lo sepa. ¡Tengo que sacarlo todo de mi pecho!”, gritó Elmer Wayne Henley Jr (17) cuando la policía lo detuvo la noche del miércoles 8 de agosto de 1973 después de haberle disparado a su amigo Dean Corll (34). Lo que tenía que decir era tanto, tantísimo, que Investigation Discovery estrenó un documental que recopila los hechos de este verdadero aprendiz de asesino serial. Un documental donde también hablará por primera vez.

Por infobae.com

Henley Jr nació el 9 de mayo de 1956 en Houston, Texas, y fue el mayor de los cuatro hijos de Elmer Wayne Sr. Henley y Mary Weed. La familia padecía a ese padre alcohólico y violento. Mary intentó que sus hijos tuvieran una buena educación, pero en 1970 decidió divorciarse y quedó sola con los cuatro menores. Henley Jr tenía 14 años y, hasta ese instante, había sido un excelente estudiante. Era sumamente inteligente: poseía un coeficiente intelectual de 126. Para ayudar a su familia a salir adelante económicamente comenzó a trabajar medio turno. Un año más tarde abandonó por completo el secundario. Su rumbo en la vida no demoró en torcerse.

Se hizo muy amigo de un adolescente un año mayor llamado David Brooks. A su vez, Brooks pasaba mucho tiempo con un hombre mucho más grande que ellos: Dean Corll, de 32 años. Este sujeto era técnico en electricidad y había sido soldado donde se había preparado como radiotelegrafista con una foja impecable, pero debió solicitar la baja para hacerse cargo de la empresa en crisis de su familia: una fábrica de caramelos en el barrio Houston Heights. El mismo donde vivían Brooks y Henley Jr. Esa fábrica se llamaba Corll Candy Company y Dean Corll logró levantarla en poco tiempo. Entre sus estrategias de marketing estaba ir a repartir caramelos gratis a las salidas de las escuelas. Así fue que todos los conocían como Candyman (en español El señor de los caramelos). Henley Jr admiraba profundamente a Corll. Desde el principio se dio cuenta de que la relación de su amigo con ese hombre iba más allá de la amistad: entre ellos había una relación sexual, eran amantes. A Henley Jr no le importó. Los tres comenzaron a pasar mucho tiempo juntos. Corll era hábil y manipulaba a los adolescentes a su gusto. Un día le confesó a Henley jr que en realidad ya no trabajaba en electricidad, sino que se dedicaba a organizar atracos. Tampoco se alarmó. David Brooks ya “trabajaba” para él y Henley Jr se sumó. Eran parte de la banda. Un trío peligroso bajo el comando de Corll. Intrusaban casas, robaban lo que hallaban a su paso y luego Corll les repartía algo del dinero obtenido.

Cuando se dio cuenta que ya se había ganado la confianza de Henley Jr, Dean Corll dio un paso más: le preguntó si era lo suficientemente valiente para matar si hiciese falta hacerlo. Henley Jr no dudó, respondió que sí. Lo haría.

Lo que nadie notaba

Hacia fines de 1971 Henley Jr ya se había dado cuenta de que muchos de sus amigos y conocidos del barrio de pronto se iban y no se los volvía a ver por las calles. Solamente desde diciembre de 1970 había unos ocho jóvenes, de entre 13 y 17 años, que se habían evaporado de la zona de Houston Heights. Dos de ellos eran sumamente amigos de Henley Jr: David Hilligiest y Gregory Malley Winkle. Se les había perdido el rastro el 29 de mayo de 1971 cuando iban andando hacia la pileta local del barrio para nadar. Sin rastro muchos pensaron que quizá se habían ido buscando un mejor destino. Las familias denunciaban, la policía suponía que los adolescentes eran problemáticos y la preocupación se terminaba diluyendo poco a poco.

Fue por ese tiempo que Corll le confesó otra “verdad” a Henley Jr: en realidad trabajaba para una organización con sede en Dallas que reclutaba a chicos jóvenes para convertirlos en esclavos sexuales de otros hombres. Una organización pesada y peligrosa que también manejaba el negocio de las drogas. Le ofreció a Henley Jr el mismo dinero que ya le pagaba a Brooks por cualquier chico que pudiera llevarle: 200 dólares por víctima.

Henley Jr no dijo nada. Ahora ya sabía qué podía estar pasando con esos chicos que no volvían al barrio. Por unos meses ignoró esa proposición para ganar dinero, pero siguió frecuentando a sus amigos. La moral no era lo suyo. Fue en febrero de 1972 que la necesidad económica lo llevó a decirle a Corll que trabajaría para él. Tenía que buscar un menor. Salieron con Brooks en el GTX de Corll para encontrar a alguien al azar. En la esquina de la calle 11 y Studewood, vieron a un joven desconocido. Le hablaron y le prometieron que lo llevarían a un sitio para fumar marihuana. Lo convencieron para que subiera y lo condujeron hasta la casa del jefe de la banda.

El plan era que en el departamento de Corll, Henley Jr se iba a dejar esposar primero como un juego. Luego le propondrían lo mismo a ese joven. Todo salió como querían. Una vez que ese chico estuvo atado y con cinta adhesiva tapando su boca Henley Jr se dispuso a irse con el dinero en su bolsillo. Antes de cerrar la puerta llegó a ver como Corll lo golpeaba. No era una sorpresa, ya sabía que ese chico sería vendido para esclavo sexual. No le importó, ya tenía su dinero.

Al día siguiente se enteró de la realidad: ese chico no había sido vendido, Corll lo había violado y asesinado.

Esa primera víctima aportada por Henley Jr no se sabe bien quién fue.

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