
Han pasado tres meses desde el despliegue naval de Estados Unidos en el Caribe y la crisis con Venezuela sigue sin resolverse. Mientras María Corina Machado participa en foros económicos internacionales promoviendo el potencial de inversión del país, Donald Trump —su principal aliado— mantiene una postura ambigua sobre los próximos pasos. En paralelo, más de 600.000 venezolanos en Estados Unidos han perdido el amparo del Estatuto de Protección Temporal (TPS) y han quedado expuestos a la deportación. Nicolás Maduro enfrenta la mayor crisis de su mandato, pero cada día que pasa es un día más en el poder, aunque la llegada del portaviones USS Gerald Ford a aguas caribeñas y el lanzamiento de la Operación Lanza del Sur, pareciera señalar un jaque a punto de consumarse.
Por Boris Muñoz | EL PAÍS
Desde Boston, Carlos Blanco (Caracas, 78 años) observa el escenario con calma y sin precipitar conclusiones. Durante años ha sido uno de los principales asesores de Machado, aunque su historia política comenzó mucho antes: en los ochenta asumió la tarea de reformar el Estado venezolano para liberarlo del personalismo, la concentración de poder y la corrupción heredados del rentismo petrolero. Como ministro para la Reforma del Estado en el segundo Gobierno de Carlos Andrés Pérez, alcanzó gran protagonismo. Su proyecto apenas comenzaba a dar frutos cuando Hugo Chávez irrumpió con un golpe militar que lo catapultó a la presidencia seis años despúes. Pese a su retórica redentora y revolucionaria, Chávez no erradicó los males del país: los multiplicó. Y su sucesor, Nicolás Maduro, profundizó el abismo.
Todo esto importa porque, si finalmente se produce una transición en Venezuela, hará falta mucha experiencia para evitar que derive en un nuevo autoritarismo o en más caos. Blanco lleva casi dos décadas fuera del país, pero no se ha perdido un solo minuto de su historia reciente. Es uno de los estrategas e interlocutores más cercanos a Machado y podría convertirse en una pieza clave en la ardua tarea de reconstruir un país devastado por un cuarto de siglo de chavismo.
Pregunta. El cambio del que se habla en Venezuela es muy concretamente un cambio de régimen. ¿Qué le diría a los venezolanos que tienen la expectativa de ese cambio?
Respuesta. Hoy existe una nueva ola favorable al cambio en Venezuela. Aunque en los últimos 25 años ha habido varios intentos de cambio, nunca se logró una transición real. Ahora, hay cuatro factores que lo hacen más factible: las elecciones primarias en 2023 y las presidenciales de 2024 fortalecieron la confianza internacional y nacional en el liderazgo opositor. Ha surgido una organización popular que sigue activa, pese a tener que pasar a la clandestinidad por la represión tras el robo de las elecciones del 28 de julio. El respaldo internacional, liderado hoy por Estados Unidos, se ha intensificado. Este apoyo comenzó con Clinton mucho antes de Trump. Se mantuvo en todos los gobiernos sucesivos. Hoy es más firme que nunca y ha adquirido fuerza por la operación militar que libra Estados Unidos en el Caribe contra el Cartel de los Soles. El cuarto elemento es la fractura interna del régimen: hay divisiones significativas tanto en la esfera política —los antiguos aliados del chavismo como el Partido Comunista— como en las fuerzas armadas y policiales, aunque la represión de la Dirección General de Inteligencia Militar (Dgcim) ha logrado contenerlas. Los principales apoyos del régimen son la estructura policial y militar, junto a algunos colectivos armados. No son millones de milicianos como se afirma, sino apenas unos pocos miles. Pueden generar terror, pero no sostener el poder. La suma de estos factores impulsa el cambio político en Venezuela.
P. Hay dos escenarios principales de lo que podría pasar en una transición. Uno es que un Gobierno opositor iría tras el chavismo y sus facilitadores para hacer un gran ajuste de cuentas y desmontar su andamiaje corrupto. El otro es que Venezuela se arreglará mágicamente y que volveremos a ser a la comunidad imaginada idílica de antes del chavismo.
R. Está muy bien el tema porque no es cierto que nosotros creamos conveniente la hegemonía de un sector, aunque sea mayoritario. Creemos que debe haber diversidad. El liderazgo de María Corina y Edmundo [González] funciona con la mayoría de los partidos políticos del país, los que están integrados en la Plataforma Unitaria, y otros sectores de la sociedad venezolana como la Iglesia, el empresariado, el movimiento sindical y grupos del chavismo con los cuales tenemos relación.
P. Hay venezolanos que temen a una María Corina Machado todopoderosa. Ella ha anunciado que Venezuela se abrirá agresivamente a inversiones extranjeras en todos los sectores de la economía. Es lógico preguntarse en qué escenarios políticos se manejará esa apertura, si no es dentro de una unidad vertical ¿Qué le diría a los que temen la llegada de un nuevo autoritarismo de distinto signo?
R. El primer objetivo es recuperar la libertad. Tras un régimen autoritario, la democracia no surge de inmediato; se construye progresivamente. Para lograrla, se requieren elecciones auténticas y la creación de instituciones sólidas, empezando por un Consejo Nacional Electoral creíble. Este organismo es esencial para renovar la Asamblea Nacional y permitir futuros procesos electorales transparentes. En definitiva, la democracia es un proceso ordenado que busca restablecer la libertad y la estabilidad.
P. ¿Por dónde empieza el orden?
R. El primer paso es controlar el territorio y evitar que las instituciones públicas sigan asaltadas bajo control ilegítimo. Es fundamental renovar las policías, reestructurar la Fuerza Armada y empezar a construir un sistema judicial confiable. Esto demanda autoridad fuerte, basada en la Constitución y las leyes, nunca en la arbitrariedad autoritaria. Autoridad y derechos son compatibles.
P. ¿Cómo lo harán?
R. En las elecciones de 2024, empleados públicos, policías y militares votaron en una proporción estimada de 70/30 a favor de Edmundo González igual que el resto de la población. Esto muestra la disposición de muchos funcionarios a proteger las instituciones y a facilitar una transición menos traumática para el país. Aunque existen dudas sobre el futuro y sobre María Corina, prevalece la percepción de que el cambio es necesario. La expectativa y la ansiedad por ser un país diferente ya forman parte del día a día; el cambio ha calado en el tuétano de la sociedad.
P. Mucha gente no quiere ilusionarse con un cambio y prefiere una postura de espera pasiva antes que de esperanza activa.
R. Es natural el escepticismo, alimentado por fracasos anteriores, pero es un escepticismo sano: ahora la ciudadanía confía menos en promesas y se apoya más en hechos observables. A pesar de la represión, la resistencia es persistente y cuenta con un apoyo internacional importante, principalmente de Estados Unidos. El proceso busca la libertad y necesita de una autoridad legítima en la transición. La amplitud política debe facilitar la salida del régimen y la vuelta a la democracia. Pese a que factores internos y externos, como la dirigencia política, los aliados internacionales y hechos globales (por ejemplo, el papel impresionante de China), inciden en la situación venezolana, hoy las condiciones para el cambio son favorables.
P. Machado y sus voceros han hablado de planes de transición para las primeras 100 horas y los primeros 100 días. ¿En qué consisten concretamente?
R. En las primeras 100 horas de transición, es clave controlar el territorio mediante participación ciudadana con el respaldo mayoritario de la Fuerza Armada y las policías. Garantizar la alimentación será prioritario; ya existen conversaciones con organismos multilaterales y gobiernos para una operación internacional de apoyo social y de seguridad. Esta operación incluirá la vacunación inmediata de niños y el regreso a las escuelas, no solo para mejorar la nutrición infantil, sino para facilitar que las madres puedan reincorporarse a sus trabajos. Todo eso arrancará en el primer minuto, aunque algunas cosas no se materialicen de inmediato.
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