
La política ha sido degradada a la politiquería, el ejercicio sistemático de la mentira descarada para el beneficio particular a costa del bien de todos. En este contexto, se intenta ocultar la dura realidad de Venezuela con fiestas y rumbas para sostener la ficción de un hipotético “crecimiento económico” y “ya Venezuela cambió”.
El gran engaño es ideológico y de propaganda, los números objetivos de la economía es la que mide la realidad que niega el fulano “crecimiento económico” pregonado a los cuatro vientos.
El indicador más demoledor contra la politiquería es el sueldo de los empleados públicos. El Estado grita ¡recuperación económica!, cuando es el principal responsable del empobrecimiento de quienes sostienen la nación.
Para muestra un botón, con cifras de noviembre de 2025, el salario mínimo legal es de 130 bolívares, es decir, a la tasa actual de un dólar que fluctúa, el salario mínimo alcanza los 0,55 centavos de dólar que es uno de los más bajos del mundo, inamovible desde 2022.
En Venezuela, la remuneración mínima equivale o es inferior a lo que un trabajador en Haití puede ganar en una sola jornada laboral. La politiquería despoja a la fuerza laboral de su valor a niveles que desafían toda lógica económica en la región.
Los profesores universitarios tienen salarios que oscilan entre dos y seis dólares mensuales, docentes de dedicación exclusiva.
Médicos, enfermeras y personal básico de salud no llegan a los 20 dólares mensuales. Igualmente, los maestros y profesores de educación básica y media perciben salarios que los condenan a la subsistencia siendo equiparables a los otros empleados públicos con remuneraciones de 10 a 20 dólares mensuales.
Mientras tanto, el costo de la canasta básica familiar supera los 500 dólares y subiendo todos los días.
Cuando el salario mínimo de un país es el más bajo de latinoamérica, compitiendo solo con la décima parte del segundo más bajo, Nicaragua, la retórica de “crecimiento económico” es, por definición, una mentira criminal.
El supuesto crecimiento que pregona la politiquería se sostiene sobre un espejismo, la proliferación del llamado “empleo basura” y la economía de sobrevivencia.
Las estimaciones recientes de instituciones serias como el IESA y la UCAB indican que más del 50 por ciento de la población trabajadora opera en la informalidad, el buhonerismo, algunos estudios reportan hasta el 84 por ciento en años recientes.
El abandono de los sectores productivos obliga a la población a migrar al trabajo por cuenta propia (lo que muchos llaman “maraña”) de bajo valor agregado. Esto no es dinamismo económico, es un colchón social precario que carece de seguridad social, pensiones y derechos laborales.
La politiquería presume de altas tasas de ocupación, pero ignora que tener un “empleo” informal con ingresos para sobrevivir significa que el trabajador entre dos y cinco veces tiene más probabilidades de ser más pobre que un trabajador formal.
Se miente con la cantidad de ocupación para ocultar la calidad de la miseria.
La politiquería es el arte de hablar de miles de millones de bolívares y dólares en discursos interminables, mientras se le paga por ejemplo a los “héroes de la salud” con menos de lo que cuesta un café.
El crecimiento económico, sin ser economista, que se habla en Venezuela solo existe en la mente y el micrófono de los falsos políticos, no en la nómina y en la lista de los alimentos del ciudadano. La política seria y honesta debe restablecer el valor del trabajo y la ética de la gestión, donde la dignidad del salario pague la deuda social que la politiquería genera.
@angelmontelp
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