Secuestraba mujeres, las arrastraba al bosque y las liberaba para cazarlas, violarlas y asesinarlas
22 Aug 2025, 14:28 5 minutos de lectura

Secuestraba mujeres, las arrastraba al bosque y las liberaba para cazarlas, violarlas y asesinarlas

Por Internacionales

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Robert Hansen, el ‘Carnicero Panadero’ de Alaska, asesinó al menos a 17 mujeres entre 1972 y 1983 (foto: Captura de pantalla/IMDb)

 

El “Carnicero Panadero” de Alaska asesinó a al menos 17 mujeres durante 12 años de terror, cazándolas como animales en los bosques remotos de Anchorage. Robert Hansen, un aparentemente respetable propietario de panadería y padre de familia, mantuvo una doble vida que recién salió a la luz cuando una adolescente de 17 años logró escapar de sus garras y proporcionó las pruebas cruciales para su captura, según reporta People.

Por infobae.com

Hansen operó entre 1972 y 1983 en una época en la que Alaska vivía un boom petrolero que atraía trabajadores y creaba el ambiente perfecto para que sus víctimas —en su mayoría trabajadoras sexuales y adolescentes vulnerables— pasaran desapercibidas ante las autoridades, reseñó NBC.

La fachada del panadero respetable

Nacido en 1939 en Iowa, Hansen arrastraba desde la adolescencia una profunda frustración social causada por su tartamudez y el acné severo que marcaba su rostro. “Era muy frustrado”, confesó más tarde a la policía, según difundió People. “Veía a mis amigos salir en citas y tenía un tremendo deseo de hacer lo mismo. Por las cicatrices de mi cara, podía ver por qué las chicas no querían acercarse a mí”.

En 1967, Hansen se trasladó a Anchorage junto a su esposa Darla y sus dos hijos, donde abrió una panadería que se convirtió en su fachada perfecta. Los policías de la zona lo conocían como un comerciante amable que les vendía pan, sin sospechar la oscuridad que se ocultaba tras su máscara de normalidad.

Sin embargo, su historial criminal se remontaba a 1960, cuando incendió un garaje de autobuses escolares en su ciudad natal de Pocahontas, Iowa. Cumplió 20 meses de prisión y fue diagnosticado con depresión maníaca con episodios esquizofrénicos periódicos. Ya en Alaska, fue arrestado dos veces en 1971 por secuestro e intento de violación de una ama de casa, y por violar a una trabajadora sexual.

El sistema judicial le permitió cumplir solo seis meses de una sentencia de cinco años.

El escalofriante método del cazador

Hansen desarrolló un modus operandi terrorífico que combinaba su pasión por la caza con sus impulsos criminales. Acechaba a mujeres jóvenes, generalmente adolescentes o trabajadoras sexuales, las secuestraba en su automóvil y las transportaba a ubicaciones remotas, ya fuera en vehículo o en su pequeña avioneta privada, para la que había obtenido licencia de piloto.

Una vez en el bosque, las liberaba y las perseguía como si fueran animales de caza, las violaba y después las asesinaba. Sus víctimas cuyas edades oscilaban entre los 16 y 41 años, incluían a Celia van ZantenMary Kathleen ThillJoanna MessinaRoxane EaslandAndrea “Fish” Altiery, y muchas otras cuyos nombres tardaron años en ser conocidos.

People detalla que aunque Hansen confesó haber matado a 17 mujeres, se cree que violó o agredió a más de 30 durante su reinado de terror.

Las víctimas olvidadas por el sistema

El contexto social de Alaska en los años 70 favoreció que los crímenes de Hansen pasaran inadvertidos durante más de una década, reseña NBC. El desarrollo del oleoducto trans-Alaska había convertido Anchorage en un hervidero de trabajadores de la construcción, trabajadoras sexuales y traficantes de drogas.

Frank Rothschild, el fiscal asistente que procesó el caso, explicó posteriormente que las víctimas de Hansen “apenas fueron extrañadas” porque muchas no tenían vínculos familiares estrechos o provenían de entornos problemáticos. “Hansen aprendió que necesitaba llevarse mujeres en las que la comunidad o la policía no creyeran fácilmente o por las que no se preocuparan de la misma manera. Pensaba como un cazador“, declaró Rothschild.

La falta de empatía hacia las víctimas de violación era flagrante. “Simplemente, no había ni una gota de empatía por una víctima de violación. Eso siempre me molesta”, reconoció el fiscal años después.

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