Por la democracia. Una transición desde el presidencialismo al parlamentarismo, por Abraham Sequeda
15 Oct 2025, 11:36 4 minutos de lectura

Por la democracia. Una transición desde el presidencialismo al parlamentarismo, por Abraham Sequeda

Por Opinion

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Una transición no deberá limitarse a cambios en las políticas económicas, apertura en el mercado de productos de la industria nacional, redefinición de la gestión de los recursos minerales o implementación de procedimientos para acortar el rezago tecnológico. 

Una etapa de transformación genuina debe incluir más que estas reformas, yendo a la promoción en los cambios de paradigmas de la sociedad. Desde este punto, abordar las bases de los sistemas para comenzar recobrando la institucionalidad o crearla de nuevo, siendo la democracia el marco normativo y metodológico esencial. 

Porque de estos cimientos dependerá el avance educativo, sanitario, científico e industrial; del mismo modo, abandonar proporcionalmente las debilidades y deficiencias de la sociedad; porque ha sido más la ignominia y la brutalidad que la legalidad y autoridad, los promotores del criterio de un día más de subsistencia: sin planificación, sin la posibilidad del ahorro, sin familias y sin visión de futuro.

Lo que se plantea no es más que el desarrollo de una democracia moderna, cuyo funcionamiento debe contener elementos fundamentales del liberalismo político  para la acción del futuro Estado.  Una política global que cubra la reconstrucción y consolidación de las instituciones y el abandono de una conciencia inculcada y propagada desde lo más profundo de la historia, sobre la cual descansa primero la existencia y luego la aprobación de un único líder o poder nacional, supuestamente dotado de genialidad y verdad absoluta. 

Valiéndose de las dimensiones y los elementos constitutivos de una democracia, es necesario hacer todo el esfuerzo y dirigir la sociedad para que una figura de gobierno parezca menos al tradicional caudillo y más a un administrador.

En relación a su dimensión empírica de la democracia, considerar a un territorio que luego de una larga hegemonía de gobiernos dictatoriales, democracias pactadas y estructuras apolíticas, presenta la posibilidad de ir aplicando modelos de democracias beneficiosos.

En segundo lugar, la dimensión instrumental o procedimental; que se enfoca en la eficacia de sus métodos (la base de los elementos constitutivos) como son: las leyes, la legitimación de la autoridad, mecanismos para la toma de decisiones, entre otros.

En el tercer lugar de estas dimensiones, lo metafísico. De los valores intangibles, la ética y los ideales nacionales, como potenciadores de la construcción de un país, que darán nuevas perspectivas a la democracia. No se trata de nada etéreo, sino de generaciones de educación continua, cultura cívica y arraigo institucional.

Por lo tanto la implementación de la democracia, debe considerar los parámetros para el mejor funcionamiento, aumentar la sostenibilidad como sistema de gobierno y ampliar sus capacidades, especialmente para la construcción de políticas públicas en aquellos servicios sensibles como los relativos a la salud.

Del mismo modo, la construcción de nuevas instituciones y la reconstrucción de aquellas instancias de poderes públicos, que deben iniciarse más que con una figura ministerial, con un equipo de trabajo o comités.

La alta complejidad en la relación Estado y sociedad de los nuevos tiempos, debe asegurar la disipación del impacto de un presidente o autoridad con un matiz fuerte, débil, mediador o director entre los distintos niveles del poder público nacional, demandas ciudadanas o exigencias empresariales.

Es entonces cuando la propuesta de traer a la aplicación un gobierno parlamentario, de acuerdo al estudio de las dimensiones, como también el ordenamiento de los distintos poderes y sus contrapesos, sería una garantía importante de la  estabilidad y demás metas de la transición.

 

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