Nobel y santos, por Omar González Moreno
15 Oct 2025, 11:52 4 minutos de lectura

Nobel y santos, por Omar González Moreno

Por La Patilla

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Nada es casual. Tres acontecimientos extraordinarios se registran en este momento y tienen como epicentro a Venezuela.

Primero, el Nobel de la Paz a María Corina Machado, que fue un corrientazo de fuerza, energía y esperanza para Venezuela, avivando la lucha por la democracia contra la dictadura de Nicolás Maduro y amplificando globalmente su clamor por libertad y justicia.

En segundo lugar, la canonización de sus primeros santos, José Gregorio Hernández y la Madre Carmen Rendiles.

El tercero, el desmoronamiento del régimen narcoterrorista de Nicolás Maduro, que agoniza sin remedio.

Estos eventos, aunque lejanos en forma, son cercanos en espíritu, y alumbran a un pueblo asediado por la represión, la crisis económica y la ilegitimidad, avivando la certeza de una pronta transición democrática.

El 10 de octubre, el Comité Nobel de Oslo reconoció a María Corina Machado como ganadora del Premio de la Paz por su «trabajo incansable en promover derechos democráticos y su lucha por una transición justa de la dictadura a la democracia».

La líder opositora, inhabilitada por el régimen para las elecciones de 2024 y forzada a ocultarse en un escondite en Caracas para actuar en clandestinidad, dedicó el galardón al «pueblo sufriente» y a Donald Trump, cuyo segundo mandato ha intensificado la presión sobre Maduro, con sanciones, deportaciones y ataques aéreos contra los narcos vinculados al chavismo.

Este Nobel no es solo un reconocimiento, sino un escudo internacional que valida la resistencia de María Corina Machado, quien unificó al pueblo venezolano contra el fraude electoral del 28 de julio de 2024, donde su aliado Edmundo González obtuvo la victoria según las actas originales exhibidas al mundo entero.

En un país donde miles de disidentes languidecen en prisión, el premio expone la farsa de Maduro y acelera demandas globales por el cese de la usurpación.

Solo nueve días después, el 19 de octubre, el Vaticano canonizará en la Plaza de San Pedro a José Gregorio Hernández y a Sor Carmen Rendiles, elevando a los altares a dos íconos de la caridad venezolana.

El «Médico de los Pobres», José Gregorio, un laico devoto que atendió epidemias en los tugurios de Caracas hasta su muerte en 1919, y la Madre Rendiles, fundadora de las Siervas de Jesús que dedicó su vida a la educación y a los marginados, a pesar de sus limitaciones físicas, serán los primeros santos del país.

Sus canonizaciones coinciden con la Jornada Mundial de las Misiones y eventos como conciertos de El Sistema en Roma, simbolizando una «santidad cercana» que florece en la patria de Bolívar, como proclaman los obispos venezolanos en su carta pastoral del 7 de octubre.

En un llamado a la reconciliación, urgen gestos de justicia y respeto a la soberanía popular para «renovar la fe y la unidad», un antídoto espiritual contra la represión que mató a 24 manifestantes postelectorales y reprimió a miles de defensores de derechos humanos.

Estas confluencias no son casuales en la Venezuela de Maduro, un régimen tambaleante que ofrece sus reservas petroleras a EEUU para evitar su colapso total, mientras Trump despliega buques de guerra en el Caribe y eleva la recompensa por la cabeza del dictador a 50 millones de dólares.

El Nobel galvaniza a la diáspora y a la resistencia interna, recordando que la democracia es una herramienta de paz; las canonizaciones, a su vez, invocan una fe arraigada que trasciende la tiranía, recordándole al pueblo su capacidad para el bien en medio de la adversidad.

Juntos, envían un mensaje contundente: la dictadura agoniza, pero Venezuela resurge.

La transición no es utopía; es un imperativo moral y histórico.

Que estos faros guíen el fin de la oscuridad.

Amén…Amén…Amén

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