
En noviembre de 1957, un operativo policial en Plainfield, Wisconsin, terminó con el hallazgo de una de las escenas más perturbadoras de la historia criminal de Estados Unidos.
Por El Tiempo
Dentro de la casa del granjero Ed Gein, los agentes fotografiaron máscaras hechas con piel humana, tazones fabricados con cráneos y el cuerpo mutilado de una mujer. Las imágenes, hoy parte de los archivos policiales, documentaron el horror real que luego inspiraría obras como ‘Psicosis’, ‘Masacre en Texas’ y ‘El silencio de los inocentes’.
El pueblo tranquilo que ocultaba un monstruo
Plainfield, con apenas 700 habitantes, representaba el retrato de la América rural: molinos, granjas y puertas siempre abiertas.
Nadie sospechaba que uno de sus vecinos más callados era responsable de crímenes que estremecerían al país. Ed Gein, un hombre solitario y retraído, escondía tras su apariencia común una obsesión enfermiza con la muerte y el cuerpo humano.
Las fotografías del espanto
Cuando la Policía ingresó a su vivienda el 16 de noviembre de 1957, lo que registraron sus cámaras quedó grabado en la memoria colectiva.
Las imágenes mostraban tazas y ceniceros hechos con cráneos humanos, un cinturón confeccionado con pezones de mujeres, sillas tapizadas con piel y máscaras elaboradas con rostros humanos.
En una de las fotografías más impactantes se veía el cuerpo destripado de Bernice Worden, la última víctima de Gein.
Un santuario para su madre
En la planta alta, las fotografías revelaron una escena opuesta al caos. Todo permanecía limpio y ordenado. Era la habitación de Augusta, la madre de Gein, a quien veneraba obsesivamente.
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