La militarización en la frontera entre México y EEUU hace más letal el consumo de drogas
15 Oct 2025, 16:19 3 minutos de lectura

La militarización en la frontera entre México y EEUU hace más letal el consumo de drogas

Por Internacionales

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Gladys Serrano

 

A medida que los trabajadores de la salud se acercan al pequeño conjunto de refugios improvisados junto a las vías del tren que atraviesan el centro industrial del norte de esta ciudad fronteriza de México, las personas que se reúnen en este lugar para consumir drogas se preparan para su llegada. Están listos para intercambiar jeringas usadas por limpias, una práctica que ayuda a prevenir lesiones y enfermedades. Preparan sus kits anticipando los pequeños sobres de agua destilada con los que pueden cocinar heroína de forma más segura. Los trabajadores de Programa Compañeros, una organización sin fines de lucro que brinda suministros y asistencia a poblaciones vulnerables en Ciudad Juárez, han invertido años para construir relaciones con las personas que consumen heroína en los picaderos de Ciudad Juárez.

Por El País

Algunos de estos lugares son, en esencia, tolerados por las autoridades locales, lo que permite a Programa Compañeros desarrollar servicios establecidos; el grupo los denomina “sitios de consumo de drogas”. Pero incluso en las zonas donde hay poco esfuerzo por aplicar de manera coordinada las leyes contra los narcóticos, reunirse en un mismo sitio deja a las personas vulnerables a abusos por parte de las fuerzas militares y policiales de México, que están inundando cada vez más esta ciudad de un millón y medio de habitantes al otro lado del Río Bravo, frente a El Paso (Texas).

La frontera ha sido durante mucho tiempo una de las zonas más vigiladas tanto de Estados Unidos como de México. Desde que asumió el cargo este año, el presidente estadounidense Donald Trump ha desplegado tropas adicionales en la región ya militarizada y ha presionado a la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum para que haga lo mismo. Las investigaciones sobre despliegues fronterizos anteriores han demostrado que estos dificultan que los trabajadores de la salud de ambos lados de la frontera puedan llegar a las poblaciones vulnerables, como las que se reúnen en los picaderos.

Un hombre de 38 años en el sitio de consumo junto a las vías, que se identifica solo como Erick, dice que cuando conoció por primera vez a los trabajadores comunitarios de Programa Compañeros, desconfió de aquellos hombres con jeans o pantalones de vestir y camisetas limpias que ofrecían agujas. “Pensé que eran, sinceramente, algún tipo de policía o algo así”.

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