
El artículo 1 de la Ley de Rechazo de la Ideología y la Cultura Reaccionarias de Corea del Norte, aprobada en 2020, expone los motivos por los que Pyongyang considera la norma necesaria: “Contribuye al fortalecimiento de nuestro sentido de la ideología, la revolución y la clase social mediante el lanzamiento de una poderosa batalla para obstaculizar la entrada y la distribución de la ideología y la cultura reaccionarias y la ideología y la cultura antisocialistas”. El artículo 7 añade que se aplicarán sanciones estrictas, incluida la pena de muerte, contra cualquier ciudadano que “introduzca, vea o distribuya ideología y cultura reaccionarias”, en función de su gravedad.
Por El País
La medida forma parte de una terna de normas que Kim Ilhyuk, un desertor norcoreano, denomina “las tres leyes diabólicas”. Fueron impulsadas durante el cerrojazo de la pandemia, con la intención a someter a un control aún más estricto a la población del país que Kim Jong-un, líder supremo de Corea del Norte, rige con puño de hierro. El foco, en gran medida, eran los jóvenes, y su interacción con culturas extranjeras.
Las ejecuciones, cuenta Kim, son públicas y se llevan a cabo mediante pelotón de fusilamiento. Presenció varias. Hay normalmente dos cada tres meses. Es obligatorio asistir. Y, entre los ajusticiados, recuerda ver en una ocasión a alguien que conocía bien. “Era como un hermano menor para mí. Solo tenía 22 años, pero fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento acusado de ver y distribuir 70 canciones y tres series de televisión surcoreanas”.

Sucedió en torno a julio de 2022. Un año después, Kim logró fugarse junto a su mujer embarazada de seis meses y su madre. Culminaron un plan que su difunto padre les había hecho prometer años antes. Escaparon en barco y llegaron a la isla surcoreana de Yeonpyeong. Llevaban con ellos las cenizas de su progenitor en una urna.
Hoy, la familia vive en Seúl. Kim atiende por videollamada mientras engulle una mazorca de maíz y sostiene en las rodillas a su hija, nacida poco después de llegar. Al cabo de un rato de conversación, Kim toma en brazos también a un bebé regordete que mira a cámara.
El desertor habla como una ametralladora y se disculpa por comer a la vez: apenas le queda tiempo para contar su historia entre el trabajo de día en un restaurante, que acaba de terminar, y el de la noche, conduciendo un toro mecánico en un centro logístico. Dice que trabaja duro para mantener a la familia. “Pero soy feliz”.
Decidió huir después de que tanto él como su mujer fueran sentenciados a reeducación mediante trabajos forzados en virtud de otra de las “tres leyes diabólicas”, la de Garantía de Educación Juvenil. Fueron penados por convivir como pareja sin registrarse. Durante un tiempo esquivaron la condena con sobornos, pero se convencieron de que era mejor escapar.
Para seguir leyendo, clic AQUÍ.