La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) no es un mero conjunto de teorías piadosas, sino una brújula ética y un faro de esperanza que adquiere una relevancia crucial en la compleja y dolorosa realidad venezolana.
Sus principios fundamentales interpelan directamente la profunda crisis humanitaria, social y política que vive el país, ofreciendo no soluciones partidistas, sino un marco moral para la refundación nacional.
Los pilares de la DSI la dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad y la democracia participativa contrastan dramáticamente con el escenario venezolano marcado por la profunda polarización donde el odio marca la pauta, la perdida de valores, una inflación descontrolada que empobrece a grandes sectores de la sociedad, poblaciones enteras sin agua y sin electricidad, limitada y frágil libertad de expresión, una institucionalidad debilitada y en ocasiones inexistente.
Ante todo esto, el papel de la Iglesia Católica en Venezuela lejos de ser meramente ceremonial y ritualista, se ha consolidado como una voz profética, incómoda para el poder, que denuncia las injusticias y las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, y se ha convertido en agente de cambio social discreto pero vital.
La Iglesia a través de Cáritas ha intensificado su acción social siendo una de las redes de apoyo más importantes para las poblaciones más vulnerables, la red educativa de Fe y Alegría, obras de salud y asistencia médica, la Pastoral Social Parroquial con sus comedores populares, ollas comunitarias, y otras ayudas sociales, que se han convertido y es un dique de contención humanitaria teniendo una opción preferencial por los más pobres.
La Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), ha insistido reiteradamente en la necesidad de la justicia y la reconciliación como cimientos de una paz auténtica y duradera.
En este sentido, el pensamiento de San Agustín resuena con fuerza y nos recuerda que “una sociedad que descuida la justicia no es sino un reino de grandes latrocinios”.
La Doctrina Social de la Iglesia no ofrece un modelo político concreto (ni capitalismo ni colectivismo estatista y totalitario) sino que juzga las estructuras sociales a la luz del Evangelio.
En la coyuntura actual la DSI no es una opción más en el debate venezolano, es una hoja de ruta moral. Su aplicación práctica es un llamado urgente a líderes y ciudadanos a construir, con solidaridad y responsabilidad, un futuro donde la dignidad de cada venezolano sea la medida de toda política y de toda acción. Es un recordatorio de que la verdadera liberación solo es posible cuando se conjuga la fe con la justicia social.
@angelmontielp
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