En estos tiempos de desafío, el reencuentro que todos anhelamos en Venezuela es más que oportuno: es necesario.
Nos enfrentamos a una realidad dolorosa, donde muchos compatriotas permanecen detenidos por el simple hecho de pensar distinto o de oponerse a políticas públicas que buscan el control social.
La libertad de expresión es un pilar fundamental de toda sociedad libre y democrática.
Es un derecho sagrado que nos permite alzar la voz, compartir nuestras ideas y soñar con un futuro mejor.
En estas horas cruciales debemos reconocernos, abrazarnos en nuestra diversidad y trabajar juntos en el acercamiento nacional que tanto necesitamos.
Solo así podremos sanar, reconciliarnos y volver a creer los unos en los otros.
El regreso a casa de millones de venezolanos que se fueron sin querer irse —obligados por la persecución, la violencia o la falta de oportunidades— será determinante para reconstruir el país y curar sus heridas.
El Premio Nobel a María Corina Machado es un símbolo de lucha contra las tiranías del mundo y una señal de esperanza para quienes creemos en los derechos y las libertades.
Es, sencillamente, un impulso hacia la libertad de Venezuela.
Todos conocemos los grandes desafíos: la alimentación, la educación, la salud, la seguridad y la impunidad.
Sabemos de la destrucción del salario, del menosprecio a los trabajadores y del colapso del tejido emprendedor, comercial e industrial.
Todo ello ha limitado las oportunidades y la calidad de vida de los venezolanos.
Ha llegado el momento de oxigenar nuestra vida democrática.
Es tiempo de reunirnos con espíritu de unidad, de motivarnos a actuar con fe y esperanza, y de colocar todos nuestros esfuerzos al servicio del país.
Juntos podemos construir un futuro mejor, donde prevalezcan la justicia (donde cada quien sea responsable de sus actos), el respeto y la esperanza de un mañana digno en esta Tierra de Gracia.