
Hay un país que está apostando fuerte por recuperar el protagonismo naval que lo convirtió en una potencia histórica, Reino Unido. Mientras Estados Unidos y China concentran la atención por su capacidad militar, Londres prepara una jugada estratégica que podría inclinar la balanza en caso de una confrontación global, como es la modernización de su Royal Navy con una nueva generación de buques logísticos.
Por Semana
La iniciativa, valorada en 1.600 millones de libras, permitirá a la Armada británica mantener desplegadas a sus unidades de combate en los océanos durante periodos prolongados, sin depender de bases cercanas. Esta capacidad de autonomía logística podría ser tan determinante como la propia potencia de fuego si se llegara a un escenario de guerra mundial.
El plan contempla la construcción de tres Fleet Solid Support (FSS), embarcaciones de gran tamaño diseñadas para transportar combustible, víveres y municiones. Los buques estarán equipados con sistemas automatizados de carga y transferencia, lo que facilitará el reabastecimiento en alta mar de portaaviones y destructores.
Esto supone que unidades como el HMS Queen Elizabeth o el HMS Prince of Wales, portaaviones insignia de la Royal Navy, podrán operar con plena autonomía en zonas tan distantes como el Indo-Pacífico, lo cual podría ser clave en contexto de una guerra a gran escala donde los británicos podrían estar inmersos.
El programa no solo tiene una dimensión militar. Se estima que generará unos 2.000 empleos directos e indirectos y revitalizará astilleros clave en Belfast, Appledore, Methil y Arnish. Además, supone un esfuerzo de cooperación internacional: la empresa española Navantia lidera, junto a las británicas BMT y Harland & Wolff, el consorcio Team Resolute, encargado de la construcción.
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