
CORTESÍA
Entre las abuelas del milenario pueblo pemón, existía la ley de no mirar a dos gigantescas piedras de jaspe rojo que forman parte del paisaje del parque Canaima, al sur de Venezuela. Apenas separadas entre ella por unos centímetros, las rocas son consideradas por los locales como espíritus ancestrales que guardan un secreto que no puede ser perturbado por los humanos. La tradición fue interrumpida cuando, en 1998, el artista alemán Wolfgang von Schwarzenfeld se llevó a Berlín una de ellas para un proyecto. Tuvieron que pasar 22 años para que la “abuela” Kueka, como la conoce la nación pemón, regresara a su hogar. Pero fue tallada y pulida casi todos los días durante un año para su exhibición, además de recibir inscripciones en su superficie que la “dañaron para siempre”.
Por El País
El documental Kueka: memoria ancestral cuenta en idioma pemón taurepán la odisea de la “abuela” roca, desde sus orígenes mitológicos relacionados con la creación de la Gran Sabana hace 4.000 años, hasta su vuelta desde Europa a esta región a través de una intricada logística que supuso trasladar esta objeto de casi 30 toneladas y tres metros de largo. La directora, María de los Ángeles Peña —investigadora del pueblo pemón desde hace más de dos décadas—, siguió pacientemente las idas y vueltas territoriales y diplomáticas de los comunarios para recuperar lo que consideran parte de su ecosistema natural y espiritual. “La peli la hice a partir de un proceso de consulta con la comunidad Mapaurí. La renta fílmica que le corresponde a la productora la dividí con ellos”, cuenta.

CORTESÍA
El filme tuvo un estreno comercial entre mayo y junio, y cerrará este 1 de octubre el Festival Verano Vienés en Austria, como parte de su recorrido festivalero, del que ya formaron parte Argentina, Colombia, Corea del Sur, México y Perú. Las imágenes que más acompañan a los espectadores durante los 74 minutos que dura el largometraje son las de los ancianos pemones de Mapaurí. La cineasta Peña llama al documental “una carta de amor a la abuelitud”, ya que el Consejo de Ancianos lideró la solicitud para la vuelta de Kueka, declarada en 1994 patrimonio natural de la humanidad por la Unesco, y difunde entre sus hijos y nietos la importancia de la piedra como símbolo de abundancia y bienestar.
Una de las ancianas cuenta el mito de Kueka a un grupo de niños en un fragmento de la película: un amor prohibido entre dos jóvenes de los pueblos enfrentados taurepán y macuxí, perseguidos por los jefes espirituales de la región. El dios creador Makunaimö desaprueba el romance y convierte a los amantes en Kowai Kueka (abuela piedra) y Amoko Kueka (abuelo piedra), fundiéndolos en un entorno de extensas llanuras verdes, formaciones pétreas precámbricas y ríos. El artista von Schwarzenfeld, fallecido el año pasado, considera durante su intervención en el filme que esta historia es un “cuento, un invento”.
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