El Precio de la Coherencia: La espera del Caballero de la Política Enrique Márquez, por José Luis Farías
10 Oct 2025, 12:35 3 minutos de lectura

El Precio de la Coherencia: La espera del Caballero de la Política Enrique Márquez, por José Luis Farías

Por La Patilla

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Han pasado nueve meses. Nueve meses del encarcelamiento de Enrique Márquez. Ahora, la noticia de un permiso de visita para él y otros presos políticos importantes nos llega filtrada, como casi todo hoy, a través de las redes sociales. Fue su esposa, la ingeniera Sonia Lugo, quien lo anunció, y su mensaje desató de inmediato una oleada de alivio, de afecto y de solidaridad hacia él y su familia.

Con el anuncio, como era previsible, también han despertado las expectativas. La gente, esa entelequia a la que todos apelan, empieza a preguntarse no solo por su posible libertad, y por supuesto la de todos los presos políticos, sino también por el papel que Enrique podría desempeñar en el intrincado proceso político del país. Y es que, al margen de las diferencias políticas, o quizá precisamente por ellas, Márquez se ha convertido en una figura en la que mucha gente proyecta la esperanza de un cambio consensuado, con toda la amplitud que el país demanda. Se le describe, de forma unánime, como un demócrata de ley, un tipo que siempre ha puesto la verdad por delante y que ha defendido la Constitución como el único manual de actuación posible. Eso lo saben también sus secuestradores.

Su reputación lo precede: en Venezuela y fuera de ella, en los círculos que siguen de cerca esta crisis interminable, se le conoce como un caballero de la política. Un hombre de diálogo, cercano a los problemas de la gente, que ha llevado una vida pública marcada por la dignidad y una honestidad sin aspavientos. Ha defendido sus ideas con serenidad y, algo raro, casi anacrónico, con respeto hacia el adversario.

Después de nueve meses de un cautiverio que solo puede calificarse de absurdo e inhumano, por fin se le ha permitido recibir la visita de su esposa. Es un primer paso. Que debería ser un paso previo a su libertad definitiva junto con la de todos los presos políticos. Eso es lo lógico, lo humano. Un encuentro que, en cualquier sistema que se precie de respetar los derechos humanos, debería extenderse a sus hijos, a su familia, a sus amigos. Es lo mínimo. Pero aquí y ahora, en este lugar y en este tiempo, eso que es lo mínimo se convierte en noticia. Y quizá eso, esa conversión de lo mínimo en noticia, sea la única verdad incuestionable de toda esta historia.

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