
El paradero de María Corina Machado es, desde agosto de 2024, uno de los grandes enigmas de la política venezolana. La mayoría siempre la ha dado por clandestina dentro del país, inmersa en su estrategia para debilitar la hegemonía chavista. Su enorme arrastre popular convirtió el tema en un tabú, y las autoridades alimentaron la confusión: el ministro del Interior, Diosdado Cabello, llegó a asegurar en varias ocasiones que ella había huido de Venezuela. En este contexto surgió la primera gran sorpresa. Cuando muchos la imaginaban hipervigilada, Machado anunció que viajaría a Oslo para recibir personalmente el Premio Nobel de la Paz, acompañada de sus allegados y simpatizantes.
Por: El País
Machado pasó a la clandestinidad tras las elecciones del año pasado. Sin salir de Venezuela, siguió actuando desde la sombra para forzar una transición democrática. Reivindicó el triunfo electoral de Edmundo González Urrutia, llamó a los ciudadanos a organizarse y protestar e instó a las Fuerzas Armadas a respetar la voluntad popular frente a las órdenes del chavismo.
Las furiosas protestas populares que recorrieron toda Venezuela una vez anunciados los resultados de las elecciones del 28 de julio de 2024 sorprendieron al chavismo y también a la oposición. En medio del caos, nueve estatuas de Hugo Chávez fueron derribadas en distintos puntos del país. El 30 de julio, ya con la tensión al máximo, Machado y Edmundo González Urrutia se presentaron ante sus seguidores en Caracas. Allí revelaron que sus equipos habían escaneado el 80% de las actas que el Consejo Nacional Electoral se negó a mostrar y las publicaron en una web accesible a toda la ciudadanía. Según esos registros, González Urrutia habría ganado ampliamente.
La publicación de las actas y las acciones de profanación de símbolos chavistas desataron una respuesta feroz del régimen que no se había visto en los últimos 60 años. El fiscal general, Tarek William Saab, informó de que 1.062 personas fueron detenidas en solo dos días, con un trato carcelario especialmente duro. Maduro anunció el reacondicionamiento de varios penales para recibir “terroristas” y denunció una conspiración, organizada desde el exterior, para ignorar los resultados electorales y fomentar el caos. Y colocó a Machado en el centro de sus señalamientos.
El chavismo llamó a sus partidarios a las calles y fue ahogando la indignación popular con el uso de la fuerza pública y el trabajo de la policía política. En agosto, Edmundo González Urrutia pidió asilo político en España y, a partir de septiembre, las manifestaciones de la oposición fueron perdiendo fuelle. En cada llamado a la calle, la policía se llevaba aleatoriamente nuevos manifestantes a la cárcel. Machado insistió en mantener la movilización, y la diáspora organizó concentraciones masivas en el extranjero entre octubre y diciembre.
La situación se volvió aún más crítica en enero de 2025, cuando Nicolás Maduro logró juramentarse de nuevo tras una oleada represiva. González Urrutia, que había prometido regresar al país para asumir la presidencia, no pudo hacerlo. Machado justificó su ausencia diciendo que su retorno ocurriría “cuando las condiciones políticas lo determinen”. A partir de entonces, la líder opositora comenzó a informar sobre sus gestiones con Estados Unidos, enfocadas en convencer al Gobierno de Donald Trump de tomar medidas definitivas para abordar la crisis venezolana.
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