Tomado de “Azuquita ( Autobiografía)”:
9:45 p.m., hora, exacta, de la audiencia. Puntualísimo, don Tommaso, lo mandó a entrar:
—¡Buonasera, don Tommaso! Grazie mille por recibirme— saludó ceremonioso, “Azuquita”, al tiempo que reverenciaba a su jefe y de hinojos, le besaba el anillo del anular de la mano derecha.
—Ya, ya, ya, fratello ¡Puedes ponerte de pie! —Il Capo, condescendiente, con aires de Papa, le correspondió el saludo, indicándole que tomara asiento, en el butacón a la vera de su trono— Antes que nada, “Azuquita” dime ¿cómo está donna Alessandra? ¿Cómo está, Concetta, mi amadísima ahijada?
“Azuquita”. Irónico, apodar así al sicario más cruel, implacable, sanguinario, frío, de aquella banda de mafiosos.
—Alessandra —respondió el matón— esperando familia para el próximo mes. En cuanto a Concetta, ya es toda una señorita. Cada día más bella. Por cierto, don Tommaso, es por ella que le he pedido esta audiencia. Es para rogarle algo ¿Sabe, don …?
Il Capo, lo interrumpió indignado:
—¡Si alguien la ha deshonrado, te autorizo a “eliminarlo”, ya!
Y si no deseas encargarte, tú mismo, le doy la orden a cualquiera de los muchachos.
—No, don Tommaso. No es por lo que usted teme ¡Es que la están rechazando sus amiguitas del colegio, del club, de la iglesia parroquial. Dicen que es por ser la hija de un gangster.
El implacable pistolero rompió a llorar. Respiró profundo, se serenó, se retrepó en su sillón y retomó el hilo de su lamento.
—A usted, le consta, don Tommaso. Soy un hombre serio. De palabra. Católico. Trabajador. No bebo. No mujereo. Ahorro. Ni siquiera fumo. Con mis “pocos” ahorros puedo retirarme de mi profesión. Quizás, montar un gimnasio. O dar lecciones en una galería de tiro. Por eso he venido. Necesito su autorización. Su permiso. Quizás, mudarme a otra ciudad o regresar a Sicilia. Así mis hijos podrán levantarse “normalmente”.
Il Capo, se puso de pie. Le extendió los brazos a su fiel, “trabajador”, amigo, compadre, al celoso depositario de las confidencias más comprometedoras e incontinenti, le expresó ceremonioso:
—Tienes todas mis autorizaciones y bendiciones, “Azuquita”.
Los dos mafiosos se despidieron con un beso en cada mejilla y sonoros abrazos al palmear sus respectivos hombros.
La mañana siguiente, muy temprano, “Azuquita” apareció muerto, echado sobre el volante de su automóvil. Después de dejar a su hijita en el colegio, detuvo su auto para obedecer la luz roja del semáforo —el hombre, además, era celoso cumplidor de las normas de tránsito terrestre— y ahí mismo, a bocajarro, le metieron una bala en la nuca.
Al contrario de la injustificada leyenda negra forjada por sus adversarios, el señor Trump, es un ancianito, candoroso e inocentón. Su Secretario de Guerra, sus Directores del FBI, la DEA, la CIA y Marco Rubio más despalomados, todavía.
De no ser así ¿A quiénes más, se les ocurre enviar al pelmazo de Richard Grener a negociar el desalojo de quien no es más que el okupa del Palacio de Miraflores y que —además— en este preciso instante, tampoco está aposentado en palacio alguno, sino en un búnker enclavado, a 40 metros de profundidad en el lecho de la poza más infesta del río Guaire?
¡El cronista, adversa todo intervencionismo extranjero, yanqui o cualquier otro! Pero, si se van a hacer las cosas, hay que hacerlas como se debe. Que “Donaltrón”, mate la culebra por la cabeza –esto en sentido figurado. Que envíe sus plenipotenciarios —o sus marines— a Sinaloa, México; al Urabá Antioqueño o al Urabá Chocoano, Colombia, que es donde están los verdaderos amos del okupa, en cuestión, mayormente, si éste se encuentra convencido que si actúa por su sola cuenta y riesgo es hombre muerto.
“¿Gafo, yo, que tengo 25 años al servicio de mis capos y nadie me ha tocado ni un solo pelo de mi bigotón?”
Una internacional del crimen organizado, no es la Chevron, en la que, el personal de aseo, puede autojubilarse o ponerse al servicio de la competencia —la Exxon, por ejemplo— con el peligro de ponerse a cantar, como un sapo.
Pregúntenle a la viuda y demás deudos del “Azuquita”.
@omarestacio