
Iñaki Arrieta Baro recuerda el día que recorrió los senderos de artemisa, desierto y bosque del norte de Nevada con una familia vasco-estadounidense para encontrar una reliquia ancestral muy especial.
Por Haley Harrison | BBC Mundo
Siguiendo los pasos de su abuelo, el grupo utilizó las coordenadas de su GPS hasta un lugar remoto en lo que ahora es un rancho privado.
Entre un bosque de álamos, encontraron lo que buscaban: un árbol que llevaba grabado décadas atrás el nombre de su abuelo.
«Estábamos en el mismo lugar donde estuvo su abuelo», dice Arrieta Baro, bibliotecaria jefa de la Biblioteca Vasca Jon Bilbao de la Universidad de Nevada, Reno.
«Fue muy emotivo».
Entre la costa del Pacífico estadounidense y el estado de Wyoming, las historias de los pastores vascos inmigrantes de los siglos XIX y XX se despliegan sobre la maleable corteza de los temblorosos álamos, convirtiendo los escarpados bosques alpinos en libros de historia.
Desde nombres y viñetas hasta homenajes a sus lugares de origen y mensajes políticos grabados en euskera, la lengua viva más antigua de Europa, estos arborglifos (tallas de árboles) ofrecen una mirada serena a estas vidas a menudo olvidadas.
«Los arborglifos son una lente para comprender la comunidad inmigrante vasca y el pastoreo», dice Arrieta Baro.
Poniéndome cuidadosamente frente a un trozo de tronco, dirige mi atención a su inscripción: «Jesús María El Cano, 26-7».
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