Este domingo 21 de septiembre, el mundo celebró el “Día Internacional de la Paz”. Desde 1981, la ONU fijó esta fecha para promover los valores de convivencia y reconciliación. Sin embargo, a los venezolanos la conmemoración nos encuentra atrapados en una guerra silenciosa y persistente: la emprendida por el “socialismo del siglo XXI” contra la ciudadanía que se ha resistido por más de dos décadas a un régimen militarista y autoritario.
En el plano interno, la ofensiva de Maduro contra la sociedad democrática carece de parangón en la región. El nuevo informe de la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos de la ONU vuelve a documentar violaciones sistemáticas de derechos humanos. Presos políticos, torturados, ejecuciones extrajudiciales y la huida de más de nueve millones de venezolanos constituyen pruebas irrebatibles de una guerra de baja intensidad.
Algunos actores internacionales desestiman esta realidad porque no se trata de un choque entre ejércitos. Pero justamente ahí radica su dramatismo: es el propio Estado el que, a través de cuerpos militares, parapoliciales y paramilitares, agrede e intimida a la población civil.
Hoy, además, estamos expuestos a una confrontación de mayor escala. La política exterior del chavismo-madurismo, anclada en las lógicas de la Guerra Fría, ha sembrado enemistad con Europa, Estados Unidos y varios países latinoamericanos. El discurso antiimperialista, heredado de Cuba, pasó de ser simple retórica a una hostilidad activa que fracturó las alianzas históricas de Venezuela y deterioró nuestras relaciones vecinales.
A esa confrontación ideológica se sumó la corrupción y, finalmente, el control directo del narcotráfico por parte de la cúpula roja. La combinación de ideologización marxista, saqueo y crimen organizado ha convertido al régimen en un paria internacional. Hoy, Maduro y sus principales colaboradores son señalados por la justicia estadounidense, mientras se despliegan fuerzas militares en el Caribe con un ultimátum claro hacia lo que se ha denominado el “Cartel de los Soles”.
Ningún venezolano deseaba este escenario. Pero una minoría enquistada en el poder nos condujo a esta encrucijada histórica. En este Día Internacional de la Paz, el país vive bajo la violencia estructural de un régimen represivo y enfrenta el riesgo de acciones bélicas de alto impacto.
La salida de Maduro del poder y el desarme de sus grupos irregulares son condiciones indispensables para alcanzar la paz. El pueblo venezolano se expresó con claridad el 28 de julio de 2024, y esa voluntad debe ser respetada. Persistir en diálogos estériles solo prolonga la agonía nacional. La comunidad democrática internacional debe insistir en exigir la renuncia inmediata del dictador, no en brindarle más tiempo.
El chavismo ha mostrado soberbia y violencia hacia su propio pueblo, pero ahora pretende disfrazarse de diplomacia cuando enfrenta una fuerza superior. Ha llegado el momento de que la sociedad venezolana, con el respaldo de sus aliados internacionales, logre que impere la ley sobre quienes se creyeron intocables.
Nuestra historia recuerda que no es la primera vez que necesitamos del apoyo de países amigos para conquistar la libertad. Así ocurrió en la gesta independentista y en otros momentos de nuestra vida republicana. Hoy, una vez más, el auxilio internacional es indispensable para restablecer la democracia.
La guerra absurda a la que nos ha arrastrado el régimen debe terminar con la salida de Maduro y su camarilla. Solo entonces podremos dedicar nuestros esfuerzos a construir la paz, entendida no solo como ausencia de violencia, sino como la edificación de una sociedad moderna, justa y capaz de ofrecer bienestar y tranquilidad a todos los venezolanos.
Lunes 22 de Septiembre del 2025