Ángel Montiel: En la Navidad, la Eucaristía el banquete más importante 
08 Dec 2025, 21:02 5 minutos de lectura

Ángel Montiel: En la Navidad, la Eucaristía el banquete más importante 

Por La Patilla

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Tengo que decirlo sin rodeos: la Navidad, mi época favorita del año, se convirtió en una fuente de stress y profunda frustración. Mi costumbre, por ejemplo, incluye la hallaca, pan de jamón, pernil, ensalada de gallina, y el remate dulce de lechosa (papaya) y arroz con leche.

Ahora bien, la calculadora me grita la dura realidad: la tradición culinaria venezolana es hoy un lujo inalcanzable, secuestrado por el dólar y la inflación descontrolada.

De hecho, llevo meses haciendo cuentas y me duele en el alma. Me atrevo a denunciar está realidad porque la estoy viviendo.

Para tener un plato completo en mi mesa, el presupuesto familiar se dispara por encima de los 100 a 200 dólares y más, si decido hacer yo mismo una cantidad modesta. Y si me rindo y compro algo hecho, la cifra se duplica.

¿Qué significa esto en nuestro país? Evidentemente, para una inmensa mayoría de las familias que dependen de un sueldo mínimo en bolívares, esa cena no existe. Es una quimera. En otras palabras, la Navidad es un filtro social,  solo los que tienen acceso a divisas o a las remesas pueden sentarse con dignidad.

Siento sinceramente impotencia, molestia tener que estar pendiente de las fluctuaciones del dólar para saber si este año podré comprar las pasas y las alcaparras, esos pequeños detalles que definen el sabor de nuestra hallaca. Estos ingredientes, antes comunes, hoy son bienes suntuosos.

Y aquí es donde la denuncia se vuelve más amarga. La Navidad venezolana no es solo la mesa, es la calle. Esto se ve en el hecho de levantarse temprano para ir a la tradicional Misa de Aguinaldo o de Gallo, una costumbre antiquísima que nos une en familia desde el 16 hasta el 24 de diciembre. Es uno de los pocos momentos donde la fe, los villancicos, las gaitas y la comunidad unida nos hacen olvidar, por un rato, el descalabro de un país.

La Misa de Gallo, nos recuerda,  además, que somos un pueblo devoto, alegre y adaptable. No obstante, justo después de volvernos a la casa y nos enfrentamos a la nevera, y a la calculadora  regresamos a la resignación.

La escasez, aunque menos visible que antes, persiste. Aun así, tengo que recorrer dos o tres mercados para encontrar lo que necesito, hasta los ingredientes básicos. Es un esfuerzo titánico que añade frustración a la ya pesada carga económica.

En definitiva, la Navidad, ese momento de unión, se convirtió en un termómetro de la desigualdad. Cuando la hiperinflación y el alto costo de los dólares nos obliga a sustituir el pernil por un raquítico pollo, o hacer unas hallacas flacas por no tener suficiente guiso, o decirles a nuestros hijos que este año no hay “estrenos” ni regalos, lo cierto es que nos están quitando un pedazo de nuestra identidad.

No pido lujos, pido dignidad básica. Exijo que mis hermanos venezolanos puedan sentarse a una mesa de Nochebuena completa y que puedan celebrar con sus hijos, sin que esto les cueste el sueldo de tres meses o “un ojo de la cara”.

Mientras tanto, algunos viven en una burbuja, la gente de a pie estamos luchando por el derecho a una hallaca, por el derecho al reencuentro sin la humillación de la carencia. No quiero una Navidad de “sustituciones creativas” quiero la Navidad completa que mi memoria recuerda, y quiero que cada venezolano pueda sentarse a la mesa sin que le duela el bolsillo y el alma.

La Misa de Aguinaldo nos recuerda quiénes somos: un pueblo devoto, alegre y resistente. Con todo, en medio de esta batalla material hay un refugio que no puede ser dolarizado. De hecho, en ella se halla el sentido de una la larga espera, la culminación de un anuncio: el Hijo de Dios hecho hombre en la humildad y la pobreza de un pesebre. Por ello esta fe nos invita a prolongar la alegría de la liturgia en el seno familiar, escuchando la palabra que nos revela el misterio.

Está celebración tempranera de la Misa de Aguinaldo nos recuerda que no solo lo material satisface, sino el sentido profundo de nuestra creencia en Jesucristo que lo llena todo. Esa es la única riqueza que no nos han podido quitar, y que mantiene viva nuestra esperanza cuando la mesa navideña está incompleta. Es bueno recordar, que la fe no se desentiende de la realidad, sino que invita a denunciarla y a trabajar para su transformación.

@angelmontielp

 angelmontielp@gmail.com

 

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