Cuando la Casa Blanca fue consultada este jueves 16 de octubre sobre si existía un plan para sacar a Nicolás Maduro del poder, su respuesta fue no negar el plan, sino justificarlo. Karoline Leavitt, portavoz del gobierno de Donald Trump, calificó al líder chavista como un «dictador ilegítimo, al frente de un régimen ilegítimo que ha traficado drogas durante demasiado tiempo».
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La frase, cargada de implicaciones, fue interpretada como una admisión tácita de que se están considerando acciones directas. En lugar de desmentir la posibilidad de una intervención, la Casa Blanca optó por presentar los argumentos que la harían necesaria.
Esta postura se suma a una semana de escalada sin precedentes, que incluye la confirmación por parte de Trump de que autorizó operaciones de la CIA en Venezuela y la creación de una nueva Fuerza de Tarea antinarcóticos en el Caribe.
Al no desmentir la existencia de un plan para apartar a Maduro, y en su lugar reforzar las acusaciones de narcotráfico, la administración Trump eleva la presión al máximo y envía un mensaje inequívoco de que su paciencia se ha agotado y que el uso de la fuerza sigue siendo una opción viable.
