Trump redibuja el conflicto con Venezuela: orden y caos, por Antonio de la Cruz 
19 Nov 2025, 11:59 5 minutos de lectura

Trump redibuja el conflicto con Venezuela: orden y caos, por Antonio de la Cruz 

DESTACADA Por La Patilla

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Cuando una potencia redefine el mapa moral de un conflicto, no describe el mundo: lo reorganiza. El 17 de noviembre, Estados Unidos no habló sobre Venezuela; la reubicó en el tablero donde se decide el orden o el caos del hemisferio.

En política exterior, los discursos presidenciales suelen analizarse como piezas informativas. Pero hay momentos —pocos— en los que un presidente no solo comunica decisiones, sino que reordena el mundo simbólico en el que esas decisiones son posibles. La rueda de prensa de Trump, presidente 47 de Estados Unidos, el pasado 17 de noviembre hizo precisamente eso: delineó un mapa moral en el que Venezuela dejó de ser un país y pasó a ser un signo, un indicador del desorden que Washington afirma estar dispuesto a corregir.

Un mundo dividido en dos bloques

El mensaje estableció una separación nítida: Estados Unidos encarna la estabilidad; Venezuela, exportadora de delincuencia y migración caótica, representa la dislocación.

No es improvisación retórica. Es arquitectura narrativa.

Para habilitar acciones contundentes, el discurso necesitó levantar una oposición absoluta:

?Estabilidad: frontera firme, Estado protector, control institucional.

Desorden: bandas homicidas, presos liberados que cruzan la frontera, un régimen que no controla su propio territorio.

Desde ese contraste, Trump aparece no como gestor, sino como restaurador, el líder que está corrigiendo una desviación producida por administraciones anteriores.

Cuando un mandatario consigue instalar ese marco, la opinión pública entiende que las medidas duras no son excesos, sino ajustes.

Los actores del relato: héroe, villano y público atrapado

Todo liderazgo efectivo asigna papeles.

En las declaraciones del 17 de noviembre, esta asignación quedó nítida:

Héroe: el propio presidente y su equipo de control fronterizo.

Villano: el régimen de Nicolás Maduro y las organizaciones criminales asociadas.

?Víctima: la sociedad estadounidense, penetrada por individuos descritos como los más violentos del hemisferio.

Inocente separado del culpable: el pueblo venezolano, explícitamente reivindicado.

Esta distinción entre ciudadanía y liderazgo no es sentimental; es funcional. Permite presionar sin alienar a quienes podrían ser aliados futuros en una transición democrática. Es un viejo patrón de la política exterior estadounidense: condenar a la cúpula, rescatar al país.

La violencia como punto de anclaje

Las palabras usadas para describir a las bandas criminales fueron tan gráficas como estratégicas:

“Killers”

“Massacre people”

?“Cut them into pieces”

Este vocabulario no solo denuncia una amenaza; la exagera para fijarla. Construye un universo en el que el adversario deja de ser político y pasa a ser destructor por naturaleza.

En ese escenario conceptual, medidas defensivas o diplomáticas parecen insuficientes.

Una respuesta tajante, en cambio, se vuelve lógica.

La aparente contradicción: hablar con quien se demoniza

Pese a la dureza del diagnóstico, Trump lanzó un gesto inesperado: “Probablemente hablaría con Maduro. Yo hablo con todo el mundo.”

¿Contradicción? No tanto.

Dentro del esquema de fuerzas del discurso, la posibilidad de diálogo no suaviza la confrontación: la administra.

Un mensaje subliminal aparece: “Puedes ser castigado o puedes negociar. Washington controla ambos caminos.”

La negociación no aparece como terreno común, sino como extensión del poder.

Hablar con el adversario no lo eleva; lo reduce a variable de una opción predefinida por Estados Unidos.

El conflicto como relato estructurado

Los marcos discursivos no reemplazan la política exterior, pero moldean la percepción que la sociedad tiene del conflicto.

En 2025, ese marco tiene forma de cuadrante moral, en el que:

Estabilidad y protección se adjudican a Estados Unidos.

Caos y amenaza se proyectan sobre el régimen venezolano y sus redes criminales.

Este diseño no solo legitima sanciones más duras o acciones interdictivas ampliadas; también prepara a la audiencia para un estadio superior de coerción en el Caribe.

Lo que revela este discurso es sencillo: Estados Unidos se presenta como guardián del equilibrio. Venezuela como falla sistémica que debe ser contenida o reconfigurada.

Conclusión: la lucha por el equilibrio ya está en marcha

La política global, vista en perspectiva, rara vez depende de emociones.

Depende de cómo los líderes organizan la realidad en categorías comprensibles, y de los relatos que construyen para justificar el uso del poder.

En este caso, el mensaje del 17 de noviembre estableció lo siguiente:

El régimen de Maduro es la fuente principal del desorden regional.

Estados Unidos actúa como arquitecto del retorno a la estabilidad.

La fuerza y el diálogo no se contraponen: forman parte de la misma caja de herramientas.

La frontera es más que una línea geográfica: es una frontera moral entre civilización y barbarie.

Con esta narrativa, Washington no solo habla a su público interno; prepara el terreno para los próximos movimientos.

En este nuevo tablero, el orden —o su definición— será obra de Estados Unidos, y Venezuela, una vez más, es uno de los puntos donde ese orden se pondrá a prueba.

Antonio de la Cruz 

Director ejecutivo de Inter American Trends

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