
“Odio a mis oponentes y no quiero lo mejor para ellos”, aseguró Donald Trump en su discurso durante el funeral por el activista conservador asesinado Charlie Kirk el domingo pasado. Menos de una semana después, se ha desatado la campaña de venganza judicial contra quienes él considera sus enemigos. Uno de sus grandes adversarios políticos, el exdirector del FBI James Comey, ha sido imputado a última hora de este jueves por perjurio y obstrucción a la justicia, apenas días después de que el presidente de Estados Unidos exigiera públicamente que se presentaran cargos contra él. Y el republicano ya apunta que Comey no será el único en ser sometido a ese tratamiento.
Por El País
La imputación pone de relieve la determinación de castigar a sus oponentes de un presidente decidido a poner a prueba los límites de su mandato y expandirlos allá donde sea posible. Sus presiones públicas al Departamento de Justicia, que forma parte del Gobierno, pero en teoría opera de modo independiente, se suman a una serie de maniobras desde su regreso al poder de hostigamiento hacia sus adversarios: desde la retirada de la escolta a la excandidata presidencial demócrata, Kamala Harris, y a algunos de sus propios antiguos asesores, al registro de la vivienda del exconsejero de Seguridad Nacional John Bolton, pasando por las amenazas de investigación contra el multimillonario George Soros.
El paso dado por Trump carece de precedentes. Al menos en público, sus predecesores respetaron la condición de independencia del Departamento de Justicia y evitaron pronunciarse sobre sus decisiones de presentar —o no presentar— cargos contra nadie. Algo que se percibía como fundamental para mantener el principio de la separación de poderes y el Estado de derecho. En el caso de Comey, en cambio, el presidente ha presionado muy públicamente a la secretaria de Justicia, Pam Bondi, ha forzado la dimisión del fiscal encargado del caso de investigar al exjefe del FBI, Erik Siebert, y lo ha reemplazado por una antigua abogada que es ardiente partidaria suya, Lindsey Halligan.
Aunque el presidente negaba, horas antes de la presentación de cargos, que hubiera tenido un papel en el caso, también apuntaba en declaraciones en el Despacho Oval: “Creo que me estaría permitido implicarme”.
E inmediatamente antes de marcharse este viernes de la Casa Blanca para viajar a Nueva York, donde asistirá a la Copa Ryder de golf, Trump avisaba de que otros adversarios políticos podrán verse en la misma situación que el antiguo jefe de la Policía federal. “No hay una lista, pero creo que habrá otros”, apuntaba antes de subir al helicóptero Marine One.
“Son corruptos. Demócratas corruptos, de la izquierda radical… habrá otros. Es mi opinión. Convirtieron el Departamento de Justicia en un arma política como nadie antes en la Historia. Lo que han hecho es terrible, y espero de verdad que haya otros, porque no se puede dejar que esto le pase a un país”, declaró el presidente.
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