Soplan vientos de oportunidades y esperanzas en América Latina, tan compleja como impredecible y desveladora. En primer lugar Bolivia, la hija predilecta de Bolívar, conmemoró el pasado 6 de agosto 200 años de su fundación, desde que dejó de ser el Alto Perú en la Audiencia de Charcas. Mucha agua ha corrido bajo el puente a lo largo de esos dos siglos, con inestabilidades y rebeldías propias de su carácter plurinacional, manteniéndose como un país económicamente pobre, pese a sus recursos naturales, en que los pueblos Quechua y Aymara han convivido en una confluencia de mineros, indígenas, campesinos, y una influyente clase militar.
Durante los últimos 20 años el país estuvo gobernado por el MAS, con Evo Morales elegido en 2005, del fraudulento intento de reelección en 2019 y su huida a México y Argentina, a raíz de lo cual el Congreso eligió a Jeanine Añez, detenida luego injustamente tras el triunfo de Luis Arce (MAS) en 2021, quien al final terminó enfrentado con Evo Morales en medio de una profunda crisis económica. Tanto Morales como Arce se mantuvieron fieles a los postulados del Socialismo del Siglo XXI, el Foro de Sao Paulo y el ALBA. La guerra intestina en el MAS y la crisis económica debilitaron al gobierno, hechos sumados al empeño de Evo Morales de presentarse como candidato estando inhabilitado, y un posterior llamado fallido al voto nulo, que mejoró las opciones de los candidatos conservadores Rodrigo Paz, demóçrata cristiano y el expresidente Tuto Quiroga en la primera vuelta, resultando vencedor Rodrigo Paz en segunda vuelta.
Bolivia da vuelta así a 20 años de mal gobierno del MAS, e inicia un giro histórico cuyo desafío principal es afrontar una crisis económica que tiene al país en cuidados intensivos, dada la inflación, recesión, escasez de dólares, de combustibles y la caída de las exportaciones de gas natural, las cuales representaron US$ 6.500 millones en 2013, y no superarán los 2.000 millones en el presente año, provocando una fuerte caída de las reservas internacionales.
Rodrigo Paz intenta encarnar una imagen de cambio. De inicio, viajó a Estados Unidos, anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas con ese país, y logró un acuerdo con la CAF por US$ 3.100 millones, para reactivar la economía y atender la crisis de los hidrocarburos. Paz designó un gabinete de ministros de perfil técnico y meritocrático, como base para encarar la crisis económica, de empleo y la lucha contra la corrupción. El discurso de posesión de Paz fue pragmático, enfatizando en la baja de aranceles, más créditos, y “capitalismo para todos”, y no para unos cuantos. No invitó a la posesión a los gobernantes dictatoriales de Venezuela, Cuba y Nicaragua, y ofreció fortalecer vínculos con países que respeten la democracia y los derechos humanos, lo cual es recibido como una buena noticia.
Vienen ahora en lo inmediato, los procesos electorales en Chile y Honduras, con altas expectativas. La sucesión de Gabriel Boric en Chile será determinante en el cuadro geopolítico regional. La candidata oficialista Jeanette Jara, exministra del Trabajo, proviene del Partido Comunista chileno, y aunque ofrece suspender su militancia si gana, despierta justificadas reservas por su pasado político. Con todo, Jara ocupa el primer lugar en las encuestas, asegurándose el pase a segunda vuelta. En la derecha, José Antonio Kast se ubica detrás de Jara, y en el tercer lugar Johannes Kaiser, superando a Evelyn Matthei. Los pronósticos muestran que Jara perdería en segunda vuelta contra casi todos sus adversarios, en una señal optimista en cuanto a la direccionalidad del futuro gobierno chileno. A Boric se le reconoce en justicia su postura democrática, al aceptar la derrota en las propuestas de una nueva Constitución, y por su clara postura en defensa de los Derechos Humanos, con la cual marcó distancia con las autocracias existentes en la región.
En pocos días habrá también elección presidencial en Honduras, actualmente gobernada por Xiomara Castro, esposa del polémico izquierdista Manuel Zelaya, ambos afines al Foro de Sao Paulo. Honduras es otro país en crisis, con antecedentes de violencia, y uno de los puentes activos en las rutas del narcotráfico desde Colombia y Venezuela. Cinco candidatos se disputan la presidencia, en un ambiente de denuncias de fraude, ventajismo e irregularidades por parte del oficialismo. La candidata del gobierno es Rixi Moncada, cercana a Zelaya y a la actual presidenta; el opositor es Nasry Asfura, político y empresario hondureño; y el tercero Salvador Nasralla, expresentador de televisión y político, quien ocupó altas posiciones en el gobierno de Xiomara Castro. Las encuestas muestran un virtual empate técnico entre Nasralla, Moncada y Asfura, en un contexto de debilidad institucionalidad y sesgos en las autoridades electorales y la Fiscalía, producto de los intentos oficialistas de socavar las instituciones democráticas, con un presunto apoyo del régimen venezolano.
En el año 2026 estarán en primer plano las elecciones en Colombia y Perú. En Colombia están previstos comicios legislativos el 8 de marzo, y el 31 de mayo los presidenciales. Ante los cuestionamientos al gobierno de Gustavo Petro, por razones políticas, económicas y de conducta personal, las elecciones del próximo año son cruciales para el futuro de la democracia en el país. Hasta ahora, el oficialismo (Pacto Histórico) se pronunció por la candidatura de Iván Cepeda, un exmiembro de las FARC, facilitador de procesos de paz y archienemigo de Álvaro Uribe Vélez, a quien ha pretendido llevar a la cárcel. El Pacto Histórico parte así con la ventaja de tener ya su candidato, de ser gobierno y poseer abundantes recursos, amén de un mensaje populista que atrae a los más desposeídos. La oposición no ha logrado aún designar un candidato de unidad, aunque se han producido conversaciones entre líderes políticos como Álvaro Uribe (Centro Democrático), César Gaviria (Partido Liberal) y Germán Vargas Lleras (Cambio Radical). Pese al corto tiempo faltante, no se vislumbra aún una candidatura de unidad, con una amplia baraja de precandidatos, sin lo cual la Colombia democrática no será capaz de derrotar fácilmente a la izquierda, cuyo gobierno ha empeorado la situación de Colombia en todos los ámbitos, especialmente en lo económico y de seguridad, amén de una política internacional que apoya al régimen de Maduro y se distancia de EE.UU.
En Perú, tras la reciente destitución de la presidente Dina Boluarte a pocos meses de las elecciones previstas para el 12 de abril de 2026, tras un largo camino de inestabilidad política, el Jurado Nacional de Elecciones habilitó a 39 organizaciones para los comicios que comprenderán la Presidencia y un Congreso bicameral. La contienda presidencial reúne a figuras ya conocidas como excandidatos, como Keiko Fujimori (Fuerza Popular), Rafael López Aliaga, ex alcalde de Lima (Renovación Popular), César Acuña (Alianza para el Progreso), Fernando Olivera (Frente de la Esperanza), y George Forsyth (Somos Perú), y otros con menores posibilidades. El reto principal para el próximo período será consolidar la democracia, y luchar contra la corrupción y el desencanto popular con la dirigencia política y el bajo nivel del Congreso, tan cuestionado por sus ejecutorias. Pese a todo, la economía peruana ha sido resiliente a los sobresaltos que han supuesto en años anteriores la destitución o detención de los expresidentes Alberto Fujimori, Pedro Castillo, Dina Boluarte, Pedro Castillo, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczyinsky y Martín Vizcarra, y del triste final del del expresidente Alan García. Con tales antecedentes, las próximas elecciones resultan cruciales para la institucionalidad democrática, en medio de enormes contrastes, pues los indicadores económicos muestran un PBI impulsado por la inversión privada, la demanda interna y el sector productivo, la reducción de la pobreza y el aumento del ingreso per cápita, el cual se disparó de US$ 2.100 en 2003 a US$ 8.400 en 2024, mientras las exportaciones alcanzaron la cifra récord de US$ 74.000 millones en 2024, comparados con US$ 7.000 millones en 2001, ubicando al Perú entre los mayores exportadores mundiales de cobre, arándanos, espárragos, uvas, mangos, aguacates, granos, cereales y cacao, con China como principal socio comercial y destino del 32% del total de las exportaciones.
La contienda peruana es hastaahora liderada en las encuestas por Rafael López Aliaga, pero con solo el 12,7%, cifra muy parcial, dado el alto número de partidos en la carrera electoral. Para el Perú, esta elección representa una oportunidad para derrotar la inestabilidad política y apoyar el desenvolvimiento de la economía, la cual supera con creces a su liderazgo. No se vislumbran sobresaltos en cuanto a las tendencias políticas en juego, con la novedad de que se restablecerá en 2026 un Congreso bicameral, en lugar del unicameral vigente.
En suma, de producirse ocurrir posibles cambios en Chile, Colombia, Perú y Honduras en los próximos meses, se modificarían apreciablemente los equilibrios geopolíticos en la región, con nuevas esperanzas para los pueblos de derrotar las tendencias afines al fracasado Socialismo del Siglo XXI. Ello sin contar que en Venezuela, pieza clave del totalitarismo en el Continente, subsisten esperanzas de que en algún momento se concrete el cambio decidido por voluntad popular en julio de 2024, pese a la usurpación y represión desatadas por el régimen que oprime a la nación, y la fuerte presión de EE.UU. sobre los carteles de la droga, que ofrece tantas expectativas como incógnitas.