El despliegue de una poderosa flota de barcos de guerra de EE.UU. frente a las costas de Venezuela, incluyendo submarino atómico, portahelicópteros, marines y apoyo aéreo (F-35), ha provocado como respuesta del régimen fascista las fanfarronadas de rigor. Padrino López, sempiterno ministro de “Defensa”, le advierte a los “imperialistas” que “midan bien sus acciones” y “piensen bien sus decisiones” si la idea es invadir a Venezuela. Maduro anuncia que Venezuela “se defenderá con las armas” ante cualquier intento de invasión. Días antes y vestido de militar –¡qué vergüenza para la FAN!– anunciaba el envío de tropas a los barrios para entrenar a sus habitantes en el manejo de las armas. Pero en vez de transmitir la imagen de un liderazgo imbuido de una voluntad firme y decidida a defender la soberanía nacional ante el agresor, estas declaraciones proyectan todo lo contrario: la enorme vulnerabilidad que envuelve al régimen. No en balde fueron pronunciamientos notoriamente vacíos, sin las acostumbradas movilizaciones de partidarios vociferando consignas de lucha.
Pero no se trata solo de la precariedad militar venezolana frente a cualquier agresión. Difícil imaginar una capacidad efectiva de respuesta en defensa del “sagrado suelo de la Patria” ante una hipotética invasión. Sobre todo, luego de años de descomposición de la FAN, del deterioro e inoperatividad de su armamento, de la insuficiencia de aprestos, como de la desmoralización de oficiales y tropa por sus deplorables condiciones de vida y por verse ordenados a reprimir por una jerarquía corrupta. Tampoco la humillante exhibición de civiles, muchos mayores de edad y/o con sobrepeso u otras limitaciones físicas, haciendo ejercicios como milicianos “revolucionarios” que defenderán a Maduro.
Lo que realmente tiene significación es que estos llamamientos y alardes en “defensa de la patria” son realizadas por los que la han traicionado abiertamente: Maduro, Padrino y su claque. Son los que se han burlado con inquina y desprecio de la soberanía popular expresada el 28J 2024, reprimido de forma salvaje –lamentablemente, con muertos de por medio—a sus compatriotas por salir a protestar para que fuese respetada la verdad, los que han reducido la actividad económica y, con ello, los medios de sustento de los venezolanos, a la cuarta parte desde que ocuparon el poder, los que mantienen a casi mil prisioneros políticos y han aventado a más de ocho millones a buscar afuera condiciones dignas de vida –porque les fueron erradicadas en el país—y colocado a valiosos activos nacionales ante la posibilidad de ser embargados por incumplir sus compromisos con acreedores internacionales. Con el mayor cinismo, pensando que balbuceando las consignas de siempre galvanizarían al “pueblo” en torno suyo, pretenden erigirse ahora en paladines de la defensa patria. Los que la han destruido tan fehacientemente, buscan cobijarse en retóricas patrioteras como escudo. Para mayor insulto, Maduro se arroga la potestad de darle una “lección moral, ética y política a ese imperio en los años que están por venir” (¡!)
Hay que hacer dos importantes precisiones. La primera es que el pueblo venezolano no es pendejo. Se le atribuye a Abraham Lincoln haber exclamado en un debate: “puedes engañar a todos, algunas veces; a algunos, todas las veces; pero no puedes engañar a todos, todas las veces”. Resume el agónico aprendizaje por el que hemos atravesado en Venezuela. Felizmente, ya nadie cree en Maduro ni en sus cómplices. Su discurso patriotero lo único que consigue es magnificar su impostura: ¡es que se han burlado tantas veces de sus compatriotas! De ahí su llamamiento frío, sin “calor de masas”, lanzado al vacío. De ahí su amenaza de un Decreto de Conmoción Externa, que tampoco llegará a ninguna parte. Porque, con Maduro, los venezolanos vivimos en un estado perpetuo de conmoción, de atropellos y arbitrariedades de parte de quienes se sienten los exclusivos dueños del país, sin apego alguno al ordenamiento constitucional.
La segunda precisión tiene que ver con el hecho de que lo de Trump contra Maduro salta por encima de las relaciones entre países. Se ubica en el plano eminentemente criminal. Independientemente de lo que pensemos de ello o de la forma en que lo califiquemos, la retórica estadounidense habla de combatir una organización delincuencial, el cartel de los soles, de la cual Maduro es uno de sus cabezas. Alega graves daños a la seguridad y a la salud de sus compatriotas, por lo que justifica el uso de la presión militar. Y no es una simple puntada política. Cuenta, para ello, con dictámenes de una corte del distrito sur de Nueva York. De acuerdo con esta proyección, no sería el país, Venezuela, el que estaría en la mira, sino los capos de una organización de narcotraficantes identificada, además, como terrorista. Así, lo que pueda suceder se sustrae de las normas y garantías aceptadas del derecho internacional para enmarcarse en operaciones para eliminar criminales. Las muertes sumarias de tripulantes de lanchas rápidas supuestamente cargadas de droga, sin intento de aprehensión ni observando garantía procesal alguna, muestra hasta dónde es capaz de llegar Trump.
Esperemos que el montaje naval gringo no sea para invadir al país. No obstante, dada la imprevisibilidad de quien reside en la Casa Blanca, no es del todo descartable. Lo que sí luce más probable serían operaciones “quirúrgicas” para destruir eslabones logísticos del tráfico de drogas –más allá de destruir lanchas– y/o para capturar a algunos de sus cabecillas. Uno no tiene idea de cuál es la capacidad efectiva de las fuerzas en despliegue para realizar, “en limpio”, una operación de este tipo, sin derramamientos lamentables. Sin embargo, todo parece indicar que ésta no sería la preocupación central de Trump. El fiel de la balanza tiene que ver con el impacto político de una operación de este tipo ante las elecciones de mitad de período el próximo año en USA. Si su comportamiento inestable e errático se traduce en un costo político perceptible para entonces –como sugieren muchos–, apelar a un impacto mediático como sería la captura de algún jefe del “cartel de los soles” podría ser su tabla de salvación. En todo caso, la retórica coordinada entre distintos voceros del gobierno estadounidense, al referirse a Maduro en esos términos, preparan el terreno.
La eventualidad de una acción de esta naturaleza hace pensar que más de uno de los cómplices de Maduro estarían sacando cálculos. Y entre cobardes, no es un asunto de sacar probabilidades en frío. Porque, independientemente de lo que pueda ocurrir en las próximas semanas, al fascismo se le acabó el cuento. Apoyo popular no tienen en absoluto. La inflación se aproxima a un 300%, la más alta del mundo, garantizando niveles aún mayores de miseria ¿Por qué seguir sosteniendo a Maduro, con su historial de fracasos sucesivos y quien ha destruido toda posibilidad de asegurarle salvación a los suyos? ¿Se puede confiar en Maduro, en Diosdado, en el Padrino, en los hermanos Rodríguez?
La salida, como es cada vez más evidente, es negociar el traspaso del poder a quien legítimamente le pertenece, Edmundo González Urrutia, elegido presidente por la inmensa mayoría. Es la forma más segura de conjurar posibles conflictos que sólo traerán mayores desgracias al pueblo venezolano.
Humberto García Larralde, economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela, humgarl@gmail.com