
Estoy seguro de que para la gran mayoría de los venezolanos los acontecimientos de este cierre de año ha significado una recompensa realmente emocionante, ya que sin lugar a dudas nos abre de par en par las esperanzas y nos acerca vertiginosamente al final de esta lucha.
Es menester a esta fecha hacer una pequeña síntesis del balance del año a mis lectores es mi deber como columnista. Después de la toma de posesión de Donald Trump el pasado 20 de enero, son innegables los avances por liberar a Venezuela del secuestro al que se encuentra sometida, y en los últimos cuatro meses, la presencia de las fuerzas militares americanas a pocos metros del territorio venezolano. La lógica nos indica que estamos cerca de conseguirlo. Cuando todos los caminos parecían cerrarse, cuando el miedo pretendía silenciar a millones, ella levantó su voz con una valentía que traspasó fronteras. No es casualidad que el mundo entero haya volteado a ver nuestra causa: es el resultado directo del coraje de una mujer que se enfrentó a la tiranía sin vacilaciones, sin cálculos mezquinos, sin doblegar su dignidad ante las amenazas. María Corina Machado no solo lidera una resistencia, encarna la resistencia misma. Cada palabra suya es un martillazo contra las cadenas, cada aparición pública es un grito de libertad que resuena desde Caracas hasta Washington, desde las montañas andinas hasta los salones del Comité Nobel.
Es mi deber como venezolano afirmar que las virtudes de María Corina Machado, entre ellas, su coraje inquebrantable, su integridad a toda prueba y su visión estratégica, nos han permitido ganarnos la confianza, credibilidad y apoyo del gobierno americano, porque sin un liderazgo como el de ella, los Estados Unidos jamás hubieran llegado a donde estamos hoy. Su determinación férrea convirtió una causa nacional en una cruzada internacional por la democracia. Ahora, con el Premio Nobel de la Paz, la lucha por la libertad de Venezuela es universal. Tan es así que el presidente del Comité Noruego del Nobel, Jørgen Watne Frydnes, lanzó un contundente discurso jamás visto en toda la historia de ese premio, en contra del narcoregimen venezolano. Ese reconocimiento no solo honra a María Corina, honra a cada venezolano que ha resistido, a cada exiliado que llora por su patria, a cada preso político que sufre en mazmorras. Es incomparable la decencia y honorabilidad de la familia de María Corina con los choros y malandros que nos tienen secuestrados. María Corina nos representa al 90% de los venezolanos decentes y tenemos la obligación patriótica de acompañarla hasta el final. Ella no claudica cuando clausuran sus espacios, no se rinde cuando amenazan su vida, no retrocede cuando persiguen a los suyos. Esa es la esencia del heroísmo verdadero: mantenerse en pie cuando todos los vientos conspiran para derribarte. María Corina Machado ha demostrado que el poder no reside en las armas ni en el control de las instituciones capturadas, sino en la legitimidad moral, en la coherencia entre el discurso y la acción, en la capacidad de inspirar esperanza cuando solo había desesperanza. Por eso Venezuela la sigue, por eso el mundo la aplaude, por eso la tiranía la teme.
En la continuidad del balance y recuerdos, dentro de dos días, el 16 de diciembre, estaré cumpliendo trece años en el exilio. Salí de mi casa con una maleta después de ir a votar en mi amado pueblo de Caicara, tras haber resistido diez meses y doce días de inclementes amenazas, allanamientos y un atentado en donde murió uno de mis mejores hombres, padre de familia con tres hijos, además de uno de los delincuentes. Resistí como resisten los hombres de coraje y convicción, frente al aparato más poderoso y represivo del país. Me hicieron todo tipo de amenazas para que renunciara y saliera corriendo, como ya lo habían hecho con otro gobernador de Monagas. Me les paré, les di la pelea y me puse a recorrer el estado con grandes concentraciones denominadas cruzadas. Jamás se esperaron que me quedara hasta cumplir mi mandato, porque no tenía rabo de paja. A aquellos que me criticaron por haber salido al exilio, el tiempo me dio la razón, porque ya estaría muerto y ni siquiera los huesos existirían, pues hubieran profanado mi tumba para hacer brujería. A mis detractores, cagatintas y palangristas les digo que resistí los inclementes ataques del intergalactico, el traidor mayor, hoy felizmente difunto, Hugo Chávez, que hasta llegó a decir en cadena nacional que me convertiría en polvo cósmico. Hoy estoy lleno de salud y él está en la quinta paila del infierno, con el 95% de los venezolanos odiándolo. Ese fue el legado que dejó. En el exilio (Costa Rica) sufrí dos intentos de secuestro por la policía venezolana, bajo el mando del comisario Carlos Calderón, exjefe de investigaciones del SEBIN, para pasarme a Nicaragua y luego a Venezuela. Me vi en la obligación de seguir emigrando, expatriado sin pasaporte ni cédula venezolana, porque hasta me borraron del sistema. Gracias al gobierno de Costa Rica, que me expidió una tarjeta de viaje como refugiado, logré llegar a España.
En esta coyuntura se ha forjado aún más en mí la fuerza de voluntad para abrir frentes de denuncia contra la narcotiranía. Aún persiste la impotencia, es dolorosa la pérdida de mis libertades, me agobia la lejanía de mis familiares, amigos y paisanos. La soledad y la tristeza han templado aún más mi carácter y me dan la fortaleza para seguir desde el destierro luchando por mi patria. No niego, ni soy cobarde para no expresarlo, que muchas veces siento un hondo dolor en el pecho por no poder estar en mi tierra amada: excluido, perseguido, amenazado, calumniado, indefenso y traicionado por algunos amigos y familiares. Siento nostalgia por los recuerdos y sueños robados, no solo a mí, sino al país entero. Lloro por esos hermanos que, contra viento y marea, siguen huyendo de la patria por el capricho y la sed de riqueza de una banda de pillos narcotraficantes.
Agradezco profundamente al pueblo de Costa Rica y al Reino de España por la acogida que me han brindado, pero no puedo dejar de añorar a mi patria, esa tierra alegre, fraterna y llena de ilusiones que los cárteles de la droga, la guerrilla colombiana y los terroristas de Hamás se empeñan en desaparecer. Este exilio colectivo nos ha hecho comprender nuestra formación genético-cultural de triunfadores. Tenemos en medio de este holocausto, a más de nueve millones de venezolanos dando lo mejor de nosotros en todas las latitudes, cosechando éxitos, recibiendo premios, gritándole al mundo que estamos hechos de coraje, de una casta que, a pesar de las circunstancias adversas, muestra lo mejor de sí. Dondequiera que hay un reto, hay un venezolano buscando ganarlo o, al menos, dejar en alto nuestro gentilicio.
Desde la cárcel del exilio, deseo que en esta Navidad Dios ilumine los hogares venezolanos, les regale salud, fortaleza y traiga de retorno la paz y la democracia que nos robaron. Visualizo muchos reencuentros, familias reuniéndose. Aunque el daño está hecho, cuando hayamos desterrado a la peste revolucionaria heredera del traidor mayor, hoy felizmente difunto, veremos los campos produciendo, las fábricas encendiendo motores, los jóvenes esperanzados de poder formar sus familias en su terruño y acompañando a sus padres en la vejez, las universidades recibiendo a sus profesores y la recuperación urgente de la infraestructura esencial para dotar de servicios a cada hogar. Desde aquí, en este año especialmente duro para mí, pero con todo mi amor, celebraré la llegada del nuevo año, honraré mis tradiciones con parrandas y aguinaldos y con especial sentimiento, acompañaré en mi corazón y mi alma a todos mis paisanos de mi amada Caicara de Maturín en su ancestral Fiesta del Mono. Brindo por el regreso de la Venezuela cálida y fraterna que anhela una Patria Nueva.
Mi mayor agradecimiento a mis leales lectores y seguidores, también a las páginas web @la_patilla, @diariototalof_ de España y @Punto_de Corte de Caracas, de quienes me despido hasta finales del mes de enero de 2026, cuando seguiré dando la pelea, recargado de fuerzas para luchar y aportar desde este necesario y resignado exilio.
En el nuevo año, de importancia crucial y definitivo para nuestro país, los acompañaré nuevamente, siempre con la denuncia y el enfrentamiento contra los destructores de mi patria, sin pausa y con lo único que me queda: MI PLUMA y MI PALABRA.
¡Felices fiestas de Navidad y un bienaventurado Año 2026!
¡Dios Bendiga a Venezuela!????????????????
José Gregorio Briceño Torrealba
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