La revolución es un fenómeno estructurado. Generalmente ocurre donde esperaríamos que ocurriera y bajo un conjunto específico de condiciones estructurales. Sin embargo, las revoluciones también dependen en gran medida de las decisiones que toman las personas, y estas interacciones a menudo ocurren con resultados bastante impredecibles. Los errores en la contienda revolucionaria también son bastante comunes. Por todas estas razones, las revoluciones suelen sorprendernos.
Para los historiadores, “las revoluciones a lo largo de la historia han tenido diversos propósitos. Comenzaron principalmente como una forma de que la sociedad contuviera las usurpaciones de los monarcas. Evolucionaron en el siglo XIX y adquirieron un componente social, buscando la transformación de la estructura de clases de la sociedad. Este elemento social dominó durante mucho tiempo. Sin embargo, siempre hubo revoluciones políticas durante este período, y las dimensiones políticas de la revolución precedieron a su dimensión social”.
Es evidente según la dinámica de los procesos socio históricos, la caída del comunismo y el fortalecimiento del capitalismo global inspiraron a la nueva élite revolucionaria que surgió en América Latina bajo el influjo del Socialismo Bolivariano del Siglo XXI promovido desde Venezuela. La visión de esta nueva clase política apuntaba a una suerte de neosocialismo capitalista por vía de la centralización del poder, y la participación en la economía de mercado global mediante la propiedad de los medios de producción, la cooptación de las instituciones del Estado y la creación de una burguesía empresarial dedicada al comercio, con el tiempo resultaría corrupta, depredadora y subordinada al estamento gobernante.
El Socialismo del Siglo XXI se desgasto antes de tiempo. El “Madurismo” que lidera los actuales procesos políticos revolucionarios se revela en su acción política / administrativo como ineficiente, corrupta y sin visión de cambios. Estamos viendo el desencadenamiento de un agotado proyecto político llamado Socialismo Siglo XXI, sin triunfos en lo económico y menos en lo social, con un líder preso en su propio laberinto y lleno de dilemas. Aquella revolución bolivariana que se benefició de un aumento del precio del petróleo de alrededor de 1.000% desde la llegada de Hugo Chávez al poder, a inicios de 1999, quedo en el pasado, ya no emociona a sus aliados situacionales por años que eran los estratos D/E de la población. La quiebra de la industria del oro negro construyo una nueva realidad: diversas crisis que activan el desamor a la revolución. Hoy, tras dos décadas y media de revolución, Venezuela vive una evidente combinación de dificultades que hablan en concreto del agotamiento del proyecto chavista, para el legado de Chávez un nudo crítico. En su momento Nicolás Maduro reconoció el “fracaso total” en materia monetaria y económica, aseguró ante los medios la dolarización que se vive en el país, sirvió para el “crecimiento económico de Venezuela”.
La subida al poder de Chávez –con más del 60% de los votos, cosa nunca vista en Venezuela, ni siquiera con Rómulo Betancourt o Rafael Caldera marcó una ruptura en el estilo y manera de concebir y poner en práctica la política en Venezuela. Él decía que no tenía nada que ver con el socialismo y cuando empezó a hablar de revolución, La conocida y bien documentada proclama de la revolución socialista recorrió América Latina de la mano del entonces presidente Chávez. Tras el velo de un socialismo más utópico que científico, se puso en marcha un proyecto capitalista que utilizó el dinero como herramienta de lucha por el poder e instrumento de penetración en la región latinoamericana. La revolución bolivariana del siglo XXI apalancó su mesiánica tarea usando la engañosa narrativa de luchar contra la pobreza y la corrupción argumentando que ambas eran condiciones sociales creadas por el capitalismo. Expuso que su indeclinable voluntad por llevar el desarrollo, bienestar y felicidad al pueblo constituían las fuentes de su legitimidad moral y política.
Mientras Maduro desde su llegada a Miraflores abril de 2013, se mueve con un discurso psicoemocional, violento, divisionista y fabricando enemigos y guerras ficticias, su gobierno las crisis se han trasformado algo complejo, según los diversos análisis integrales cuantitativos y cualitativos, esta realidad está derivando más 85,0% de los venezolanos apuntan en señalar que Nicolás debería salir del poder por cualquier vía política o acuerdo y en paz.
Lo que no razona o no quiere razonar Maduro, que lo graves está en que la mayoría de los venezolanos ya no creen en sus discursos. Nicolás perdió la calle, su popularidad es precaria, de acuerdo con nuestros datos – Hercon Consultores – cuantitativos apenas alcanza 13.5%, la magia del Socialismo Siglo XXI, para muchos solo quedo en constructo, ya no funciona en su práctica, las narrativas redentoras que los atornillo durante 25 años en el poder van vía al basurero de la historia.
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