Julio Borges: La victoria moral de Venezuela, de la clandestinidad hasta Oslo
11 Oct 2025, 13:33 7 minutos de lectura

Julio Borges: La victoria moral de Venezuela, de la clandestinidad hasta Oslo

Por La Patilla

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Vivimos una era de retroceso democrático. En distintos rincones del planeta, los cimientos de la libertad se resquebrajan bajo la presión del poder. En muchos países, la libertad ya no muere solo por decreto, sino también por indiferencia. El miedo, la manipulación masiva y el relativismo moral corroen lo que generaciones enteras levantaron con sacrificio.

La democracia está en peligro. No es una frase retórica, sino una advertencia urgente.

La democracia se ha vuelto incómoda para los poderosos. Exige límites, humildad, respeto por la ley y por el adversario. En cambio, la política contemporánea prefiere el espectáculo y la obediencia, la teatralidad del líder antes que la transparencia del servicio público.

Para los venezolanos, este Nobel no es un premio: es una resurrección moral. Después de años de represión, exilio y pobreza, el mundo ha reconocido que detrás del caos hay un pueblo que no se rindió. No solo se galardona a una dirigente política, sino a la dignidad colectiva de millones de personas que eligieron la vía pacífica cuando la violencia parecía el único camino posible.

El Nobel, en este sentido, no solo honra a María Corina, sino que reconoce un método de lucha: el de quienes creen que la verdad es más fuerte que el poder.

Para Venezuela, que lleva más de 25 años enfrentando la dictadura, este reconocimiento es un aliento moral, una confirmación de que el sacrificio no ha sido invisible.

Desde el extranjero, muchos vieron durante años a Venezuela como una crisis más entre tantas. Hoy, el Nobel obliga al mundo a mirarla con otros ojos: a reconocer que aquí se libra una batalla por la dignidad humana, por la libertad de expresión, por el derecho al voto, por la reunificación de las familias.

Este reconocimiento marca un antes y un después. No solo para María Corina Machado, sino para todo un pueblo que ha resistido lo imposible.

Primero, el premio zanja de manera definitiva la controversia sobre Venezuela: deja de ser un debate ideológico y pasa al plano de la dignidad humana y de la lucha por la libertad, que es a donde verdaderamente pertenece.

Segundo, la tragedia venezolana se convierte en un consenso universal. Ya no hay duda sobre la necesidad de un cambio político real y una transición hacia la democracia. Es una visión incontrovertible que une a la comunidad internacional.

Tercero, este Nobel demuestra que las dictaduras, tarde o temprano, terminan derrotadas cuando se enfrentan a un liderazgo moral. Y eso es exactamente lo que encarna María Corina Machado y el pueblo venezolano.

Cuarto, el premio desmiente una de las mayores falacias del régimen: Venezuela no está dividida en dos bandos. Es una mayoría abrumadora frente a una minoría microscópica que mantiene secuestrado al país. El caos no vendrá con la salida de Nicolás Maduro; el caos es Nicolás Maduro. Solo cuando se marche, se abrirán las puertas de la justicia, la democracia y la libertad.

Y quinto, consolida el apoyo del mundo libre a la causa venezolana. Europa, América y buena parte de África y Asia ven hoy en Venezuela un espejo de su propio dilema: defender la libertad o ceder ante la tiranía.

Venezuela es hoy una herida abierta. Su colapso económico ha sido tan profundo que llegó a registrar la inflación más alta del mundo. Más de ocho millones de venezolanos nos hemos visto forzados a abandonar nuestro país, protagonizando una de las mayores crisis migratorias del siglo.

Cada exiliado lleva una historia de desarraigo y coraje. Muchos cruzaron a pie el Tapón del Darién, un infierno de barro y violencia, buscando un futuro que su tierra ya no podía ofrecerles. Este Nobel les dice a todos ellos: no están solos.

Para las familias que perdieron a un ser querido en prisión, para las madres que no saben si sus hijos están vivos, para quienes aún esperan noticias de un desaparecido, este premio es también un gesto de justicia. Detrás de cada nombre hay una historia de dolor y resistencia. Cada ciudadano que votó, observó o resistió contribuyó a demostrar que la moral puede desafiar la maquinaria de la represión.

El poder del testimonio: Venezuela no se rinde.

María Corina Machado no es una heroína fabricada por los medios ni por el marketing político. Su fuerza nace de haber resistido con Edmundo González y con el pueblo venezolano desde una fe inquebrantable y una entrega total. Supo unir cuando otros dividían, confiar cuando todo parecía perdido.

En 2024, cuando fue inhabilitada de manera ilegal, dio un paso al costado para apoyar a Edmundo González Urrutia y demostró que el poder moral puede ser más fuerte que cualquier aparato político. Esa decisión cambió el curso de la historia. Su ejemplo recordó al mundo que la autoridad verdadera no se impone: se gana sirviendo.

El Comité lo resumió con una frase que ya pertenece a la historia: «La democracia depende de las personas que se niegan a permanecer en silencio, que se atreven a dar un paso adelante a pesar de los graves riesgos». Este premio no cierra una lucha; la renueva. No es una meta, sino un punto de partida. La libertad no se hereda: se conquista cada día, con coraje, con convicción, con unidad.

Las dictaduras pueden controlar los tribunales, las armas y los votos, pero nunca han sabido qué hacer frente a la fuerza de una conciencia moral. La Historia lo demuestra: los regímenes totalitarios tiemblan ante el poder de una verdad sostenida con serenidad y valentía. Por eso, el liderazgo de María Corina Machado representa hoy una amenaza existencial para las tiranías del siglo XXI.

La lucha de Venezuela no es por un país, ni siquiera por América Latina. Es una lucha por todo Occidente, por el mundo libre que hoy enfrenta la presión de fuerzas autoritarias -Irán, China, Rusia, Cuba- que buscan redefinir las reglas de la convivencia global.

Frente al totalitarismo, el mensaje de Venezuela es claro: la democracia no debe ser gobernada, sino gobernante.

La voz clandestina de María Corina ha devuelto al mundo la certeza de que la esperanza no muere: solo se oculta hasta que encuentra un nuevo amanecer.

La verdad siempre tiene la última palabra.

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Julio Borges Junyent es un político y abogado venezolano, además de fundador del partido Primero Justicia.

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