“José Gregorio”, por José Luis Centeno S
10 Oct 2025, 13:13 4 minutos de lectura

“José Gregorio”, por José Luis Centeno S

Por La Patilla

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José Gregorio Hernández ha sido, por décadas, un referente de santidad para muchos venezolanos, más allá de la formalidad eclesiástica.

“José Gregorio”, a secas, así llama el común de quienes habitamos esta tierra de gracia, al hombre bueno que en la cotidianidad es un bastión frente a situaciones difíciles. Con cariño, con respeto, como amigo. Un sentimiento que ha trascendido el tiempo, por el que cobra relevancia su canonización no sólo en el orden espiritual.

La periodista y escritora Ibéyise Pacheco colocó en perspectiva lo que considera un acto de justicia:

“La canonización de José Gregorio Hernández es con seguridad el evento más importante en la historia del catolicismo venezolano. Hasta para los no creyentes significa un acto de justicia. El reconocimiento y homenaje a un hombre bueno, un médico, símbolo de corazón humilde entregado a servir a los demás. Es también la consolidación de la fe.”

Dicho así, este acto de justicia no es una cuestión menor ni un simple ceremonial religioso; es el reconocimiento tardío, pero firme de una vida entregada al prójimo, a veces relegada por la Iglesia Católica, Apostólica y, particularmente, Romana.

No es un secreto que, en ocasiones, el Vaticano, no la Iglesia, ha demorado décadas, incluso siglos, para formalizar la santidad de personas que, en la práctica, ya vivían en el corazón de miles o millones de fieles como santos. Algunos ejemplos ilustran esta demora:

Santa Hildegarda de Bingen, monja, compositora y visionaria alemana del siglo XII, canonizada 900 años después de su muerte; o San Ildefonso de Toledo, arzobispo del siglo VII, reconocido oficialmente como santo casi mil años después de su fallecimiento; y San Rafael Guízar y Valencia, obispo mexicano del siglo XX, cuya santidad fue confirmada varios años luego de su muerte, en un proceso prolongado.

Estos casos demuestran que la canonización no sólo es una formalidad, sino una declaración que toma tiempo porque debe consolidarse mediante la historia, la devoción, la reflexión y las evidencias. Muchas veces el Vaticano espera que la santidad de una persona se confirme con la fuerza de la fe popular y los signos incontestables, como habría ocurrido con José Gregorio.

En línea con lo dicho por Ibéyise, ¿por qué entonces la canonización de José Gregorio es el evento más importante del catolicismo venezolano? Porque para un país como Venezuela, donde la fe y la esperanza se entrelazan con las dificultades cotidianas, José Gregorio se ha convertido en un símbolo tangible de consuelo y fortaleza.

En tal sentido, la imagen de José Gregorio no es la de una figura lejana, sino la de alguien cercano, un referente que acompaña en la enfermedad, en la angustia y en la espera. Esto dota a su reconocimiento oficial como santo de un significado profundo y popular.

“José Gregorio”, el médico, el servidor humilde, el científico a carta cabal, ha trascendido las paredes de los hospitales y los libros de historia para instalarse en la confianza de los venezolanos. No es un santo creado en un despacho, sin eco espiritual ni social, sino uno forjado en el encuentro real con el sufrimiento ajeno.

Así las cosas, esta canonización es la consolidación de la fe porque reafirma que, en medio de un mundo cambiante y a veces caótico, existen valores que perduran y se reconocen colectivamente. Más allá de la liturgia, es un llamado a vivir la bondad, la entrega y la esperanza, virtudes que José Gregorio encarnó y que, con su canonización, vuelven a brillar con fuerza en la Venezuela de hoy.

Entonces, esta canonización es una invitación, no sólo a mirar hacia atrás con respeto, sino a proyectar hacia adelante con ánimo y confianza en que el legado de “José Gregorio” inspira no solo la devoción, sino también el ejemplo cotidiano de compromiso con el otro.

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