Tantas mentiras, tanto encubrimiento tantas marramucias han hecho mella en el sentimiento colectivo para normalizar en mi país, lo que la narcodictadura Castrochavista ha impuesto, la Ley del desastre, de la tiranía inmunda y del desparpajo insolente.
Esta estirpe nauseabunda, heredera del traidor mayor, hoy felizmente difunto, ha encontrado formas de manipular la realidad para mantenerse en el poder.
Esta cochina estrategia ya probada en los peores regímenes de propaganda falsa y desinformación para crear una realidad paralela sumado a la manipulación de los medios de comunicación, nos hundió en una resignación y apatía muy peligrosa.
Pero la esperanza, el trabajo de muchos que no cayeron en esa ola de aceptación del maltrato y la necesidad de sacar las patas del barro de muchos cómplices hoy cautivos de esta barbarie,
han podido más y hoy sus confesiones nos confirman lo que era una sospecha o secreto a voces.
Sabemos que las prisiones suelen ser lugares de silencio, pero desde una cárcel estadounidense acaba de surgir una voz que por su origen y por lo que revela, merece atención. Hugo “El Pollo” Carvajal, antiguo jefe de la Inteligencia Militar venezolana y figura de máxima confianza de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, decidió contar lo que él define como su expiación: la verdad descarnada de un Estado que, asegura, no es simplemente autoritario o corrupto, sino abiertamente hostil a Estados Unidos. Lo que Carvajal describe no son excesos aislados ni desviaciones de funcionarios. Es la tesis central de su testimonio: el chavismo convirtió el narcotráfico, las bandas criminales, la penetración tecnológica y la manipulación electoral en armas de Estado.
Aseguró El Pollo Carvajal que, a mediados de los 2000 el régimen cubano sugirió a Chávez utilizar el narcotráfico como herramienta geopolítica contra Washington. Así nació el Cártel de los Soles como estructura estatal, coordinado con las FARC, el ELN, operadores cubanos e incluso Hezbolá. Cada gramo de droga que llegaba a ciudades estadounidenses no era falla institucional: era estrategia.
La acusación es explosiva pero proviene del hombre que estuvo en la sala donde estas decisiones se tomaron.
Carvajal afirma que el uso de pranes y megabandas comenzó dentro del país para “defender la revolución” pero bajo Maduro se transformó en una herramienta de proyección exterior. La orden fue inequívoca: sacar miles de criminales, con logística estatal, para operar fuera de Venezuela.
El capítulo más grave involucra a Estados Unidos. Con la política migratoria de Biden-Harris percibida como una oportunidad, la instrucción habría sido infiltrar al Tren de Aragua en territorio estadounidense con la misión de secuestrar, extorsionar y asesinar para financiar operaciones del régimen. Carvajal sostiene que cada crimen cometido allá es un acto ordenado por Caracas.
El exjefe de inteligencia narra reuniones en las que oficiales rusos propusieron intervenir cables submarinos para espiar comunicaciones estadounidenses, así como la instalación de un puesto de escucha en La Orchila. También describe redes de espionaje cubano y venezolano dentro de bases navales de la costa este y vínculos con funcionarios estadounidenses que habrían colaborado con el régimen. Estamos frente a una infiltración de largo aliento.
Carvajal también señala a Smartmatic como una herramienta diseñada desde su origen para permitir la manipulación electoral en favor del chavismo. Él mismo habría colocado al jefe de informática del CNE, quien le reportaba directamente. El sistema es alterable y ha sido usado para ello. La alerta es contundente: la tecnología fue exportada a otros países, incluido Estados Unidos.
No se trata de afirmar que todas las elecciones están comprometidas, sino de advertir la existencia de una vulnerabilidad deliberadamente construida.
La conclusión de Carvajal es directa: el régimen venezolano no es un socio incómodo, ni un vecino problemático, es una organización narcoterrorista con estrategia continental, dispuesta a usar drogas, pandillas, espionaje y hasta sistemas electorales para debilitar a Estados Unidos.
Desde su celda, Carvajal sostiene que las políticas de Donald Trump frente a Maduro, máxima presión, sanciones, persecución judicial, no solo están justificadas: podrían quedarse cortas.
Desde la cárcel del exilio opino que si bien él rompió con el régimen en 2017 sabiendo que enfrentaría cargos y hoy dice estar dispuesto a entregar más detalles a Washington es porque su testimonio tiene un propósito claro: que Estados Unidos comprenda la magnitud de la amenaza. Se puede cuestionar su pasado, su motivación o su credibilidad, pero ignorar la información de quien fue arquitecto de la inteligencia chavista durante dos décadas sería un error estratégico. En geopolítica, a veces las advertencias más incómodas son las que más conviene escuchar.
Mi propósito y accionar están en divulgar al máximo esta confesión que delata a rajatabla la perversidad de estas alimañas, sigo empeñado en colaborar para su salida, sea como sea. Lo ratifico y lo hago sin pausa con MI PLUMA Y MI PALABRA
José Gregorio Briceño Torrealba
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