El contrasentido en el que se encuentra la lealtad militar en Venezuela es un tema que nos vuela los tapones, nos saca de quicio, esta asqueante clase de oficiales que pisotean las leyes y son militantes activos en las filas del Partido Socialista Unido de Venezuela, la pandilla heredera del traidor mayor, hoy felizmente difunto, que han sido beneficiados y acallados con cargos, contratos, concesiones y más, han sido parte activa de la destrucción de nuestro país y han contribuido a socavar la democracia hemisférica. Todo un currículum de terror.
En otra época el estamento militar fue pilar fundamental en la defensa de la soberanía venezolana, hoy, los miembros del alto mando están siendo investigados y buscados con recompensa por su cabeza, por su complicidad con el narcorégimen que ha sido acusado de violar los derechos humanos y desconocer el resultado de elecciones. Los cambios recientes en el alto mando militar venezolano sugieren un tambaleo del poder, eso no es más que la renovación y refrescamiento del grupo de traidores que deshonran su juramento y asumen la lealtad ciega en lugar de la defensa de la nación y sus ciudadanos.
Ver en redes sociales a miembros del alto mando militar venezolano defendiendo a Nicolás Maduro como presidente legítimo es un espectáculo que sobrepasa lo vomitivo y se adentra en lo patético. Nos enfrentamos a la imagen de seres que habiendo jurado defender la Constitución y la patria, se arrastran en una sumisión reptiliana, despojándose de todo valor y honor. Estos mismos hombres egresaron de una academia que en teoría, forja carácter y principios. Hoy son el vivo ejemplo de su más absoluta negación.
La traición adquiere una dimensión más obscena cuando recordamos su rol en el proceso electoral. Ellos fueron los administradores del Plan República, tuvieron en sus manos las actas que evidenciaron de manera irrefutable, el aplastante triunfo de Edmundo González Urrutia el pasado 28 de julio. Esos documentos que recorrían el país de punta a punta, mostraban una realidad incontestable: Maduro no ganó en ningún estado y para mayor escarnio, fue derrotado de manera contundente incluso en los mismos centros de votación militar. Saben que es una farsa y aun así, prestan su uniforme para validarla.
Con una vileza que solo nace de la cobardía, ahora se permiten denigrar públicamente a los líderes de la voluntad popular. Se refieren a Edmundo González con el infantil y asqueroso apodo de «el inmundo» y atacan a María Corina Machado con la miseria moral de quien sabe que ha perdido la batalla de las ideas. Insultan porque no pueden debatir; descalifican porque no pueden convencer.
A esta afrenta a la voluntad popular se suma una ilegitimidad de origen. La Constitución venezolana es taxativa: para ser Presidente de la República se requiere ser venezolano por nacimiento y sin otra nacionalidad. Nicolás Maduro, de público conocimiento, es colombiano por nacimiento. Este no es un dato menor; es la base legal que desmorona toda la fachada de legitimidad que el régimen y sus secuaces militares intentan construir.
Frente a este cuadro de usurpación y crimen es necesario e imprescindible redoblar el apoyo a la acción libertaria emprendida por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Su gobierno ha dado un paso crucial al dirigir sus esfuerzos contra lo que ya es reconocido internacionalmente como una organización narcocriminal que tiene secuestrada a nuestra patria. No son meras acusaciones; todas las evidencias, grabaciones, fotografías, filmaciones y testimonios reposan de manera formal en la Corte Federal del Distrito Sur de Nueva York, esperando el día de la justicia.
Mientras tanto esa cúpula militar sigue sumida en su negacionismo delirante. Tienen la desfachatez de negar que los «narcosobrinos» condenados por narcotráfico sean presentados como ejemplos a seguir para la juventud. ¿En qué universo paralelo vive este alto mando? Su complicidad los ha cegado hasta el punto de normalizar lo que cualquier sociedad decente rechazaría con horror.
Al final solo Dios sabrá cuál será el destino de esta cúpula militar de anormales. La historia, sin embargo ya los tiene juzgados. Desde la cárcel del exilio pienso que a esas piltrafas vestidas de verde les importa poco, pero serán recordados no como soldados, sino como los verdugos de la libertad de su propio pueblo, como la guardia pretoriana de una tiranía que todo lo corrompe. Su legado no serán medallas ni glorias, sino el oprobio eterno de haber traicionado a Venezuela en su hora más crucial.
Ustedes milicos, están ostentando charreteras teñidas de sangre y obtenidas a costillas del dolor de miles de familias que han perdido a sus hijos luchando por lo que ustedes han debido defenderlos, no merecen perdón por tanto agravio a la patria.
Pronto vendrán nuevas tropas, jóvenes criados en un país libre y de allí saldrán oficiales comprometidos con sus deber, no lo dudemos, sigamos despejando el horizonte, yo lo hago sin pausa con MI PLUMA Y MI PALABRA
José Gregorio Briceño Torrealba
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