Humberto García Larralde: Ojo, ¡la derecha sí existe!
30 Sep 2025, 12:56 8 minutos de lectura

Humberto García Larralde: Ojo, ¡la derecha sí existe!

Por La Patilla

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La descomposición final de lo que una vez quiso aparecer como una revolución que implantaría el “socialismo de siglo XXI” le ha aclarado a los venezolanos y al mundo que lo que está en juego en Venezuela nada tiene que ver con un enfrentamiento entre izquierda y derecha. Si bien uno que otro periodista internacional despistado –o con demasiada pereza como para actualizar sus conocimientos sobre la realidad nacional—aún alude a Maduro como figura “socialista”, el encumbramiento de una casta privilegiada sustentada en el terrorismo de Estado y el sometimiento del país a un severo ajuste neoliberal revela, fehacientemente, que en absoluto lo anima criterio alguno de justicia social o de interés nacional. La crueldad y desdén de quienes ocupan el poder para con las desgracias a que han condenado a sus compatriotas es patológica. Habiendo fulminado el ordenamiento constitucional y violado abiertamente la voluntad del soberano, han quedado reducidos a una excrecencia insana que busca refugio cayéndose a embustes en lo que una vez fuera asiento de la representación popular –la Asamblea Nacional– y repitiendo, cual enajenados, cánticos supersticiosos: “¡Chávez vive, la lucha sigue!” Tal grado de aberración la extrema la mente enfermiza del Fiscal, Tarek W. Saab, quien le da rienda suelta a sus perversiones inventando conspiraciones que justifican la persecución y secuestro de centenares de venezolanos inocentes. Pero se palpa todavía más cuando el energúmeno del mazo asume el cargo de ministro de Interior y Justicia. ¡Si, la denominación del cargo incluye “JUSTICIA”!. En fin, el madurismo se ha desnudado, progresivamente, como una corporación criminal, alianza abigarrada de mafias de diferentes orígenes, unidas para perpetuar su expoliación de la nación.

No obstante, la degradación fascista de toda referencia que podría caracterizar un posicionamiento político no debe obnubilarnos respecto al hecho de que la derecha, definida claramente en términos de sus valores, posturas y acciones, si existe y que representa una grave amenaza para la paz y para la estabilidad de la democracia liberal. La asunción de Trump a la presidencia de EE.UU. no puede ser más elocuente. Si todavía faltasen indicios al respecto, su discurso ante la plenaria de las NN.UU. el miércoles no deja dudas. Además de irrespetar a sus iguales ahí presentes –y a la majestad del recinto—, regañándolos por permitir la inmigración y por “sucumbir” ante el engaño de una ciencia “de izquierda” (¡!) que habla del cambio climático, alardeó de sus notables aciertos al frente de la presidencia más poderosa de la tierra. ¡Un ejemplo para el mundo!. Al contrario de Chávez, que salpicaba su retórica fascistoide con poses antiimperialistas, Trump la llena, abiertamente, de bullying imperialista. Pero al señalar que el atascamiento de las escaleras mecánicas en la sede de la ONU y la falla de su teleprompter ahí son parte de un sabotaje en su contra que, por tanto, amerita ser investigado, se coloca en el mismo saco de autócrata narcisista y paranoico con el barinés.

A lo anterior habrá que añadir los juicios y acciones que se han venido imponiendo en USA sobre variados aspectos de la vida ese país desde posturas de un cristianismo ultraconservador: la mujer a la cocina, a criar hijos para hacer a America Great Again y a apoyar al marido; hay que prohibir el aborto y los derechos de comunidades LGTBI. Se despide a comentaristas críticos de la TV; se recorta el presupuesto de ayudas internacionales (USAID), para políticas sociales y la investigación científica; se eliminan programas para contener el agravamiento del cambio climático; se inventan mentiras para acabar con la vacunación; se acosan universidades prestigiosas; se imponen multas y demandas multimillonarias contra abogados defensores de opositores a Trump, como a medios de comunicación críticos. Agentes, muchas veces enmascarados y obviando derechos procesales, desatan razias para deportar, de manera forzosa, a inmigrantes, muchas veces separando a familias; se defiende a ultranza del porte de armas (incluso de guerra) a pesar de la mortandad que ha producido en escuelas y comunidades; el mandamás envía militares a ciudades gobernadas por el partido demócrata y ahora persigue, de manera cada vez más abierta, la libertad de expresión. Un sinnúmero de incidentes expone, además, el arraigo profundo de prejuicios racistas que lo acompañan, cultivados por sectores blancos ancestralmente resentidos, que encuentran el visto bueno ahora bajo su presidencia.

En fin, nos encontramos en presencia de un salto atrás, hacia un mundo regido por relaciones de poder más que por un entramado de normas que protegen al individuo de sus abusos. Y ocurre en el país más poderoso de la tierra, considerado, hasta hace poco, baluarte de la democracia liberal. Y es que, a pesar de que estas posturas ultraconservadoras alegan defender las libertades que definen lo que ellos consideran es “América”, no son más que una mampara para el dominio de una oligarquía super rica que suprime conquistas que han favorecido a la gran mayoría de la población. Nada debe interponerse a la acumulación de sus fortunas. En la más pura concepción neoliberal, anteponen sus “deals” a la esencia de lo que es la postura liberal –muy distinta—que fundamenta a la democracia, la pluralidad y la convivencia pacífica: la protección y defensa de derechos inalienables del individuo.

Lamentablemente, esta amenaza a la democracia liberal tiene eco en demasiados países del llamado mundo occidental. Se empalma con las pretensiones autocráticas de quienes gobiernan en Rusia, China, el mundo islamista y buena parte de África … como de América Latina. La lucha por la defensa de derechos humanos inalienables, aprobados en la Declaración Universal de Derechos Humanos, de la ONU, en 1948, hermana la lucha en Venezuela con la denuncia de su violación en tantos otros países. Y aquí entran las alianzas criminales que se han apoderado del Estado en Cuba y Nicaragua, además de Venezuela. Pero su peor expresión está, actualmente, en el genocidio que cometen las fuerzas de defensa israelíes contra la población gazatí, bajo órdenes de Benjamín Netanyahu. Ha hecho desaparecer, como Putin en su asalto criminal a Ucrania, toda noción de derecho humano. Con su desprecio notorio por las vidas de los más de 2 millones de seres que habitan la Franja de Gaza, Netanyahu y sus cómplices de extrema derecha se nivelan con el fanatismo asesino de Hamas que, envenenado de odios, desconoce el más elemental derecho, el de la vida, a la población judía.

Advierte la investigación de la Misión de Determinación de los Hechos de las Naciones Unidas en su informe del 22 09 2025: “La única esperanza de encontrar justicia para las víctimas” –la represión desatada por Maduro contra los venezolanos—“reposa sobre las instancias internacionales”. Ataña a las fuerzas democráticas, entre otras cosas, acentuar con sus denuncias y luchas el aislamiento internacional de tan nefasto régimen. Nada más agradecería al déspota poder descalificar a quienes se le oponen alegando su alineación con los peores representantes de la derecha internacional. Le daría la oportunidad de reivindicar un supuesto perfil “progre” y pasar agachado ante violaciones de derechos humanos –atribuibles a la ultraderecha– de las cuáles él es cruel perpetrador en Venezuela.

Se entiende el difícil y delicado malabarismo necesario para mantener el apoyo de EE.UU. en estas circunstancias. Pero apoyar a Netanyahu y confundirse con las posturas de un partido como VOX en España en vez de esforzarse por comprometer el apoyo de su gobierno, es trabajar para Maduro.

 

Humberto García Larralde, economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela, humgarl@gmail.com

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