El presidente de Colombia, Gustavo Petro, rompió este martes 16 de diciembre con su habitual retórica diplomática hacia el chavismo y calificó por primera vez a Nicolás Maduro como un «dictador». La declaración se produjo a través de la red social X, donde el mandatario colombiano admitió la naturaleza autoritaria del régimen venezolano basándose en la estructura de su mando.
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Sin embargo, Petro marcó una clara línea divisoria frente a las acusaciones criminales que pesan sobre el líder chavista desde Washington. A pesar de reconocer la concentración de poder, el jefe de Estado colombiano desestimó los señalamientos de vínculos con el crimen organizado, asegurando que «no hay ninguna evidencia en Colombia que sea narco». Para Petro, la etiqueta de narcotraficante adjudicada a Maduro no responde a hechos comprobados en la región, sino que «esa es narrativa de los EEUU».
La controversia escaló cuando el presidente colombiano aprovechó la misma publicación para lanzar un duro ataque personal contra el presidente electo de Chile, José Antonio Kast. Petro se refirió a los orígenes familiares y la ideología del político chileno con términos severos. «Kast es hijo y creyente de los Nazis». Además, ofreció una interpretación histórica sobre la migración de los antepasados del líder derechista, señalando que «pertenece a la generación alemana que escapó de Alemania no por salvarse de Hitler sino por salvarse de la derrota de Hitler, que es muy pero muy diferente».
Este pronunciamiento surgió como respuesta directa a un cuestionamiento público realizado por la periodista Patricia Janiot en la misma plataforma. La comunicadora había increpado a Petro sobre su supuesta doble moral, preguntándole por qué no tenía «ningún pudor en llamar Nazi y fascista» a Kast mientras permanecía «mudo y con miedo de llamar a Nicolás Maduro como un narcodictador y usurpador del poder». Janiot le recordó al mandatario colombiano que «su amigo Nicolás se robó las elecciones», contrastando esa situación con la legitimidad del chileno, quien ganó con una «amplia y contundente ventaja que hay que respetar aunque no le guste el resultado».
