El asesino de la baraja: seis crímenes, una carta española convertida en firma y 142 años de cárcel
28 Sep 2025, 21:54 3 minutos de lectura

El asesino de la baraja: seis crímenes, una carta española convertida en firma y 142 años de cárcel

Por Curiosidades

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El asesino de la baraja, al salir del juzgado.

 

El comienzo

Era el 24 de enero de 2003 y en la calle Alonso Cano, número 89, Madrid, un edificio de departamentos guardaba la calma de la mañana. El portero, Juan Francisco Ledesma, hacía sus tareas, acompañado por su hijo pequeño. Un hombre entró sin levantar sospechas, sin apuro, con un andar corriente. No gritó ni amenazó. Apenas ordenó. Obligó a Ledesma a arrodillarse en un rincón del hall de entrada, entre los buzones de metal y las paredes frías. Con un movimiento firme, apoyó la pistola en su cabeza y disparó. El sonido seco del tiro retumbó en el edificio. El asesino se fue como había llegado: sin correr, sin mirar atrás, sin explicación. El niño quedó paralizado. Para la Policía, era un crimen más en una ciudad grande. Nadie pensó que esa escena sería la primera de una serie.

Por: TN

Doce días después, el 5 de febrero, un trabajador salió temprano de su casa rumbo a su trabajo. Se llamaba Juan Carlos Martín Estacio, empleado de limpieza. Esperaba el colectivo en la Alameda de Osuna, apoyado en un árbol. Se trata de un barrio residencial a 10 kilómetros de la Puerta del Sol. El mismo hombre que había matado al portero en la calle Alonso Cano se acercó, lo obligó a arrodillarse y le disparó a la nuca. En el suelo dejó un as de copas. Esa misma tarde, en Alcalá de Henares, el mismo hombre empujó la puerta del Bar Rojas, un local de barrio con mesas de fórmica, olor a frituras y un televisor en la pared. Sacó una pistola y disparó sin decir palabra. Mikel Jiménez, de 18 años, cayó sobre el suelo enlosado. Juana Dolores Uclés, de 57, también fue asesinada. La dueña quedó malherida. El asesino salió como había entrado: sin prisa. Allí no dejó naipes, pero la prensa ya hablaba de un “asesino de la baraja”.

El 7 de marzo, en Tres Cantos, municipio de la Comunidad de Madrid, una pareja de jóvenes charlaba en la vereda. El asesino se acercó de frente. Disparó en la cara del muchacho, Santiago Salas, que sobrevivió de milagro. Intentó disparar a la chica, pero el arma se trabó. En el suelo, quedó una baraja, el dos de copas. Ese naipe tenía algo más: un pequeño punto azul en el reverso, realizado con bolígrafo. Nadie fuera de la policía sabía de ese detalle. Era una contraseña silenciosa, una marca de autor.

El 18 de marzo, en Arganda del Rey, localidad a 28 kilómetros de Madrid, un matrimonio rumano regresaba a su casa por un camino de tierra. George y Doina Magda no llegaron. El asesino apareció de la penumbra, disparó a la cabeza de ambos y dejó en el suelo dos cartas: un tres y un cuatro de copas. Doina murió en el hospital dos días después.

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