
El 80 periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU concluye formalmente hoy, poniendo así fin a una semana que quedará marcada por el creciente aislamiento de Israel en el mundo y la violenta andanada lanzada por el presidente Donald Trump contra Naciones Unidas desde el mismo estrado de la Asamblea.
Aunque hoy lunes quedan por intervenir los últimos estados, los de mayor peso ya han pronunciado sus discursos, y de hecho casi todas las delegaciones han abandonado ya Nueva York tras una semana de frenesí diplomático.
Si hay una imagen por la que esta Asamblea pasará a la historia, es sin duda la de decenas de delegaciones de todos los continentes que el viernes abandonaron la sala en protesta por la guerra de Gaza para dejar prácticamente solo al primer ministro israelí Benjamín cuando pronunció su discurso el pasado viernes.
Esa «espantada» ya había venido precedida por el reconocimiento unos días atrás del Estado de Palestina por parte de 10 nuevos países -entre ellos Reino Unido, Francia o Canadá-, que llevan a 157 el número de países que reconocen ese Estado, lo que equivale al 81 % de estados miembros de la ONU.
Pero ni lo uno ni lo otro hicieron mella en un desafiante Netanyahu, que desde el estrado de la Asamblea prometió que nunca aceptaría un Estado palestino porque eso equivaldría a «un suicidio político» para Israel.
La guerra de Gaza y el derecho de los palestinos a un Estado ha sido el tema más citado en los discursos de los 174 países que hasta hoy han intervenido, e incluso algunos de los «países amigos» que le quedan a Israel en el mundo y que se resisten a reconocer al Estado palestino, han mostrado en sus discursos que se les agota la paciencia.
Así, la primera ministra italiana Georgia Meloni, dijo ante la Asamblea que Israel «ha traspasado un límite» con la guerra de Gaza, mientras que el ministro de Exteriores alemán, Johann Wadephul, dijo que Israel había creado en Gaza «un infierno en la Tierra» y «una pesadilla humanitaria».
El amigo americano de Netanyahu
A Netanyahu las palabras pronunciadas en todos los idiomas de la ONU no parecen hacerle mella. Es más, se marchó de Nueva York sin dignarse a entrevistarse con el secretario general, António Guterres, un desaire diplomático -pues se considera casi una obligación protocolaria- que ya repite por segundo año.
Claro que este desprecio por la ONU no es exclusivo de Netanyahu: tres días antes, el presidente estadounidense Donald Trump profirió desde la palestra de la Asamblea un discurso lleno de andanadas contra todos los principios de la ONU y el multilateralismo: la resolución de conflictos, el cambio climático, la inmigración… todo pasó por el dedo acusador de Trump.
De hecho, Trump fue el protagonista de la segunda imagen que deja esta Asamblea: la del presidente estadounidense y su esposa Melania atascados en una escalera mecánica averiada cuando llegaban a la Asamblea.
Esa escalera averiada más los fallos en el audio de la sala sirvieron a Trump como metáforas para ilustrar lo que según él son disfunciones estructurales de Naciones Unidas, que él fue desgranando una tras otra ante los atónitos oídos de las delegaciones, aunque ni una sola se levantó de su asiento.
Es más, cuando ese mismo día Trump dio una recepción para los jefes de delegaciones (reyes, presidentes y primeros ministros) con sus esposas, 145 de ellos acudieron al lujoso hotel a hacerse gustosos la preceptiva foto con el presidente que acababa de dejar la imagen de la ONU en el barro.
Ausencias y el papel de China
Como otros años anteriores, la atención ha estado puesta en los ausentes tanto como en los presentes: el ruso Vladimir Putin y el chino Xi Jinping no han acudido, como tampoco lo han hecho Nicolás Maduro o el salvadoreño Nayib Bukele, pero ha sido más llamativa la ausencia del primer ministro británico Keir Starmer o del canciller alemán Friedrich Merz.
En el caso de China, Xi envió a su primer ministro Li Qiang, que dejó un recado de parte de Pekín.
«Si vuelve la era de la ley de la selva y los débiles son presa de los fuertes (…) la humanidad se enfrentará a más derramamiento de sangre», sostuvo Li, exhortó a la comunidad internacional a preguntarse cómo se puede «hacer frente al bullying en lugar de optar por el silencio y la sumisión por miedo a los poderosos».
Y aunque el chino no nombró al «poderoso», todos entendieron el mensaje. EFE