
En el marco de “Frontera de Venezuela con el Caribe Neerlandés: una herida abierta”, un proyecto colaborativo de periodistas de Venezuela, Curazao y Aruba, con el apoyo de Free Press Unlimited, se publicó el reportaje “La pesada carga de ser mujer migrante”. El trabajo revela las complejidades de la migración, la xenofobia, los mecanismos de trata de personas y explotación sexual, y cómo afectan de forma diferenciada a las mujeres venezolanas.
Por IPYS Venezuela
El reportaje inicia con la historia de Claudia*, una mujer de 33 años, oriunda de Punto Fijo, estado Falcón que llegó a la isla de Curazao en avión de forma legal el martes 4 de septiembre de 2018 tras recibir una oferta: “Te pongo todo y tú trabajas para mí y me lo pagas aquí”, le ofrecieron a cambio de “financiarle” su viaje por dos mil dólares. Para saldar el compromiso, tendría que trabajar como mesera durante un par de meses.
A Claudia* no le explicaron que su trabajo implicaba sentarse en las mesas de hombres desconocidos. “Atravesé momentos muy desagradables, a mí me trajeron engañada. Yo no sabía lo que era una depresión hasta que emigré”, relata.
El miércoles 10 de julio de 2024, la Guardia Costera del Caribe Neerlandés informó que interceptó una embarcación que se dirigía a Curazao con 43 inmigrantes venezolanos, 37 adultos y seis menores de edad. En ese grupo se encontraban los hijos de Claudia*, una niña de 14 años y dos niños de 12 y siete respectivamente. “Tuve que pagar tres mil dólares por los tres. El viaje de cada niño salía en 800 dólares, pero había que aportar para viáticos y gasolina”, dice.
De acuerdo con el trabajo de reportería, la emergencia humanitaria compleja padecida por Venezuela en la última década ha provocado la migración de más de 7,9 millones de personas. El censo de Curazao registró 4.261 venezolanos, siendo 2.358 mujeres. Sin embargo, según subregistros, se estima que en la isla hay al menos 11,5 mil venezolanos.
Mientras que Aruba reportó 6.291 personas naturales de Venezuela, 55% mujeres.
Karla*, una profesora de 50 años que trabajaba como directora de una escuela pública en Falcón, migró a la isla de Aruba para tratar su psoriasis, una enfermedad crónica de la piel causada por un problema del sistema inmunitario. Allí recibiría ayuda de La Cruz Roja.
En la actualidad, Karla* identifica los obstáculos que enfrentan las migrantes por su nacionalidad y género como voluntaria de HIAS Aruba, una fundación de origen judío que atiende a personas inmigrantes. “Terminan siendo explotadas sexualmente, humilladas, casi encarceladas en sus casas porque el hombre les da casa y alimento. Es peor cuando tienen hijos de otros hombres, pues ellos también sufren el mismo maltrato verbal y físico”, explica.