
El 11 de julio de 2021 marcó un antes y un después en la historia contemporánea de Cuba. Ese día miles de personas se movilizaron en toda la isla, desafiando -como nunca antes- las rígidas restricciones del régimen castrista.
Por Infobae
Lejos de tomar nota de los reclamos de la población, las autoridades, una vez más, respondieron con una implacable represión, que dejó miles de presos políticos y decenas de exiliados forzados. A cuatro años y medio de ese entonces, la situación empeoró notablemente. A día de hoy, los cubanos atraviesan una crisis sin precedentes: pasan días sin luz, no tienen acceso a productos básicos, y la situación llegó a tal extremo que en el último tiempo se registraron cinco epidemias. La excusa de la dictadura a la hora de referirse a este panorama es la misma que viene esbozando hace décadas: “el bloqueo norteamericano”. Sin embargo, detrás de la crisis cubana hay un sofisticado entramado de corrupción que involucra a las élites militares del régimen, mientras el pueblo pasa hambre.
Durante su visita a Buenos Aires para presentar su libro “Mejor no me callo: Notas ante una transición en Cuba”, el politólogo y escritor cubano Oscar Grandío Moráguez dialogó con Infobae sobre la coyuntura actual de la isla, y vaticinó un panorama sombrío para el futuro cercano: “Es posible que Cuba pueda experimentar un proceso catastrófico de protestas sociales que no necesariamente pueden ser pacíficas, dado el empeoramiento de la situación socioeconómica que está llegando a niveles intolerables”.
Si bien hasta el momento no se volvió a registrar un 11J, el historiador comentó que en la isla “se están dando protestas a diario”: “Por eso digo que hay un proceso de transición, porque la gente está protestando diariamente a todo lo largo del país, con protestas micros y macros”. El propio Observatorio Cubano de Conflictos (OCC) dio cuenta de esta creciente oleada de protestas y manifestaciones. En su último informe, el organismo señaló que noviembre se convirtió en el quinto mes consecutivo en batir el récord de protestas en la isla, alcanzando 1.326 movilizaciones.
“Estas fueron esencialmente manifestaciones de indignación y dolor por los estragos de una epidemia nacional de arbovirus que ha afectado a unos tres millones de cubanos y diezmado a la población de la isla, debido a que el gobierno tardó casi cuatro meses en prestarle atención”, subraya el informe del observatorio. Y agrega: “El OCC ha considerado tal desidia como un genocidio silencioso, ya que, aunque el auge de estos males ocurre todos los veranos, en 2025 se conjugaron una copiosa temporada de lluvias, largos apagones diarios, un sistema de salud caracterizado por carencias de todo tipo, incontables vertederos de basura generadores de mosquitos y la falta de voluntad para dedicar un mínimo de los miles de millones de dólares atesorados por los militares del grupo GAESA a la compra de los medicamentos y recursos por los que viene clamando el sistema de salud”.

Grandío Moráguez explicó que en la Cuba de Fidel Castro, la esencia del régimen “estaba definida exclusivamente por la ideología”. Tras su muerte, apuntó el politólogo cubano, ha pasado a ser “formalmente ideológica, aunque en la práctica responde a intereses mercantilistas y familiares”. Actualmente, el verdadero centro de poder no reside en el Estado cubano ni en el Partido Comunista, pese a que este último detenta constitucionalmente el mando. El poder se concentra en GAESA, el conglomerado empresarial subordinado a las Fuerzas Armadas, pero dirigido desde hace años por el yerno de Raúl Castro. “Esta entidad actúa a favor de los intereses de la familia Castro”, al estar plenamente integrada en la estructura militar. “Es una estructura empresarial que pertenece a las Fuerzas Armadas y que controla prácticamente el total de la economía cubana”, resume el escritor.
Paralelamente, el Estado formal se dedica a tareas represivas, mantiene a la policía, pero descuida funciones esenciales como la recolección de basura o la inversión en hospitales. Los recursos se canalizan hacia hoteles y bienes raíces de lujo, gestionados siempre por GAESA. En La Habana, por ejemplo, los contrastes resultan evidentes: entre edificaciones en ruinas surgen hoteles lujosos, todos ellos propiedad de GAESA, administrados directamente o en manos de empresas extranjeras que ceden su gestión al grupo militar. A esto se suman los millonarios ingresos por la exportación de médicos cubanos. Países como Venezuela y el programa “más médicos” de Brasil han generado flujos considerables de divisas bajo esquemas de explotación laboral, donde el personal sanitario trabaja “en condiciones de esclavitud”. Estos fondos, gestionados por GAESA, nunca llegan al presupuesto estatal; son reinvertidos por el conglomerado en estructuras que perpetúan el poder y los beneficios de la élite militar-familiar.
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