
En 1988, Byron Black asesinó a su novia y a sus dos hijos de 9 y 6 años en un ataque de celos. Por años estuvo encerrado en una correccional de Tennessee hasta que, el día de ayer, 5 de agosto, fue ejecutado. Su caso ha generado mucha polémica debido a que tenía implantado un desfibrilador, por lo que todo indica que sufrió mucho tras la inyección letal.
Por El Tiempo
Los abogados de Black habían advertido sobre la posibilidad de que su dispositivo cardíaco le ocasionara una descarga eléctrica al corazón cuando las sustancias químicas letales hicieran efecto. Lo que al parecer sí sucedió de acuerdo con periodistas que fueron testigos, uno de ellos perteneciente al medio CBS.
De acuerdo con los detalles dados a conocer, alrededor de diez minutos después de que comenzara la ejecución, el hombre se quejó por dolor y comenzó a suspirar y respirar con dificultad.
La pena se llevó a cabo a pesar de que, el mes pasado, un juez le dio la razón a los abogados de Black pidiendo que desactivaran el desfibrilador para evitar dolor innecesario y que la ejecución tardará más tiempo. No obstante, la Corte Suprema revocó esa decisión.
Las autoridades penitenciarias estaban convencidas de que una vez que se aplicará la inyección letal, incluso si el hombre sufría una descarga eléctrica, no la sentiría.
Pero lo que en realidad sucedió, de acuerdo con testigos, es que el condenado se quejó de dolor y movió su cabeza en varias ocasiones a pesar de que la dosis utilizada debió haberlo dejado inconsciente rápidamente.
Sus abogados han afirmado que ahora revisarán los datos almacenados en su desfibrilador implantado como parte de su autopsia, para comprobar si, efectivamente, debieron haberlo desconectado antes de la ejecución, lo que además únicamente hubiera requerido un simple procedimiento y no una cirugía.
El caso es interesante debido a que no existen antecedentes sobre otra situación similar según confirmó el Centro de Información Sobre la Pena de Muerte.
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