
Un presidente oficialista latinoamericano acusado de narcotráfico y manipulación electoral desafía abiertamente a la Casa Blanca a pesar de las amenazas de intervención militar.
Por CNN en Español
Era 1989 y el entonces dictador militar de Panamá, Manuel Noriega, al igual que Nicolás Maduro de Venezuela hoy, se había convertido en el enemigo público número uno en Washington, en medio de acusaciones de que aceptó millones de dólares para permitir que los cárteles de drogas operaran en su país.
La invasión estadounidense de Panamá llevó a la captura de Noriega y restauró la democracia en la nación centroamericana.
Para algunos que abogan por la acción militar contra Maduro, la invasión de Panamá parece un modelo —aunque imperfecto— de lo que Estados Unidos intenta lograr en Venezuela.
“Bush 41 derrocó al líder panameño Noriega bajo circunstancias similares”, publicó el aliado de Trump, el senador Lindsey Graham, en X el jueves.
“Hay un califato de la droga en nuestro patio trasero que incluye a Venezuela, Colombia y Cuba. Me alegra mucho que el presidente Trump esté dedicado a terminar con este reinado de terror”, agregó.
Funcionarios de los tres países han negado cualquier vínculo con el narcotráfico.
A diferencia de Maduro, un socialista comprometido y una espina constante en el costado de los objetivos de la política exterior estadounidense en la región, Noriega, al menos al principio, se presentó como un aliado de Estados Unidos.
Durante gran parte de su sangriento ascenso al poder en Panamá —el pequeño pero geopolíticamente clave país con su canal que conecta los océanos Pacífico y Atlántico—, Noriega fue un activo de la CIA, ayudando a frenar la expansión de Gobiernos de izquierda en América Latina.
Pero mientras las armas de la CIA fluían por Panamá para apoyar a los rebeldes anticomunistas en Centroamérica, Noriega tenía un secreto: también permitía que toneladas de cocaína pasaran hacia el norte, a Estados Unidos.
Las lealtades cambiantes de Noriega llevaron al exembajador de EE.UU. en Panamá, Ambler Moss, a declarar sobre el dictador panameño: “No puedes comprarlo, pero seguro que puedes alquilarlo”.
Para 1989, el doble juego de Noriega y su brutal represión de la sociedad civil llevaron a Washington a emitir un ultimátum: exíliate o atente a las consecuencias.
Al igual que Maduro hoy —quien niega vehementemente las acusaciones estadounidenses de narcotráfico—, Noriega tuvo que elegir entre huir o enfrentarse a unas fuerzas armadas muy superiores al suyas.
Inicialmente, el general panameño retirado Rubén Darío Paredes dijo a CNN que Noriega optó por el exilio.
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