Antonio de la Cruz: No es un Premio Nobel, es un ultimátum al régimen venezolano y a quienes aún lo sostienen
11 Oct 2025, 13:28 4 minutos de lectura

Antonio de la Cruz: No es un Premio Nobel, es un ultimátum al régimen venezolano y a quienes aún lo sostienen

Por Opinion

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Antonio de la Cruz

Director ejecutivo de Inter American Trends

El Nobel convierte la causa venezolana en un test global: democracia o complicidad.

Hay discursos que suenan como homenajes. Y hay discursos que suenan como órdenes.

El anuncio del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado pertenece a la segunda categoría. No ha sido un acto ceremonial; ha sido una sentencia. No se entregó una medalla: se lanzó un ultimátum.

El Comité del Nobel ha dicho en voz alta lo que muchos gobiernos aún susurran: Venezuela ya no es un Estado fallido, sino un sistema criminal global enquistado en el poder. Y quien se le opone no es una candidata frustrada, ni una líder testimonial. Es —desde hoy— la representante legítima de una nación secuestrada.

El discurso del Comité no fue tibio. Habló de represión. Habló de fraude. Habló de un régimen que obliga a su población a vivir en la clandestinidad o en el exilio. Y lo más importante: identificó la lucha venezolana como símbolo global de una batalla que define esta era —la defensa de la democracia frente a la ocupación interna de los Estados por organizaciones criminales globales.

El Nobel ha activado una nueva lógica internacional

A partir de este momento, cualquier gobierno, empresa o institución que siga tratando al régimen de Nicolás Maduro como “autoridad legítima” se coloca automáticamente en el bando equivocado de la historia.

Ya no hay espacio para equilibrios diplomáticos ni “neutralidades” calculadas. O se reconoce al vencedor democrático de 2024, Edmundo González Urrutia —la opción escojida por María Corina Machado— o se coopera con una estructura de poder denunciada por crímenes de lesa humanidad y usurpadora.

China deberá asumir que su apoyo financiero a Caracas ya no se percibe como pragmatismo, sino como corresponsabilidad en la represión. Europa —que ha hablado mucho y actuado poco— deberá dejar de emitir comunicados y empezar a asumir definiciones.

¿Por qué este Nobel incomoda tanto?

Porque ya no premia la paciencia, sino la insumisión.

El Comité ha reconocido a una mujer que no pactó con sus verdugos, que no aceptó legalizar su derrota y que, pese a las amenazas de muerte, se negó a abandonar su país. Ese ejemplo es peligroso para cualquier poder que viva del miedo.

Y es contagioso.

El efecto interno será aún más profundo

El Cártel de los Soles ya no podrá presentar su dominio como irreversible. Ha perdido algo más grave que el control territorial: ha perdido el relato histórico. El mundo ya no lo ve como gobierno, sino como obstáculo. Y cuando un régimen queda desnudo de legitimidad de origen y acción, solo le queda aumentar la violencia, usando el terrorismo de Estado —o retirarse.
Ahí comienza el verdadero punto de inflexión.

Conclusión

Este Nobel no cierra una etapa. La abre.

No es un homenaje a lo vivido, sino un mandato para lo que viene: afrontar el desenlace del conflicto venezolano no con silencio, sino con responsabilidad.

Porque hay momentos en que la historia no pregunta si uno prefiere implicarse.

Solo señala y exige: ¿estás con quienes piden libertad —o con quienes la niegan?

María Corina Machado ya respondió.

El resto del mundo tendrá que hacerlo ahora.

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