Fidel Castro, figura central y polémica del siglo XX latinoamericano, proyectó una imagen que oscilaba entre el héroe revolucionario y el dictador implacable. Su habilidad para manipular narrativas y seducir a las masas con discursos encendidos lo convirtió en un ícono, pero también en una amenaza para la democracia en la región. A través de tres discursos fundamentales y su intervención en la ONU, podemos desentrañar la brújula engañosa que orientó su proyecto político, un legado que no solo marcó a Cuba, sino que extendió sus tentáculos hasta Venezuela, donde Hugo Chávez sucumbió a su influjo, rindiendo la soberanía de su país a los designios de La Habana. Fidel Castro se las arreglaba para tener esa ascendencia hipnotizadora y marcar la agenda en nuestro ámbito. Frente a esta maquinaria de propaganda, Rómulo Betancourt, con una lucidez premonitoria, como lo detallaremos más adelante, identificó desde temprano el peligro que Castro representaba para las democracias latinoamericanas. Betancourt olfateo sus verdaderas intenciones “diplomáticas” y propagandísticas, teniendo muy claro lo que sería capaz de hacer el avanzado aparato castrista de inteligencia e infiltración.
Los discursos medulares de Fidel Castro
1- “Discurso de la Sierra Maestra (1957)”
En plena lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, Castro pronunció desde la Sierra Maestra un mensaje que resonó en los corazones de millones. Prometía una revolución democrática, elecciones libres y respeto a los derechos humanos. Este discurso fue la carta de presentación de un Fidel que se vendía como paladín de la libertad, ocultando sus verdaderas intenciones. Su retórica, cargada de idealismo, capturó la imaginación de una generación ansiosa de justicia social, pero omitió el giro autoritario que pronto tomaría su régimen.
2- “Discurso del 26 de julio de 1959”
Ya en el poder, Castro pronunció un discurso en el aniversario del asalto al Cuartel Moncada, consolidando su figura como líder indiscutible. Aquí comenzó a perfilarse su verdadera agenda: un régimen comunista alineado con la Unión Soviética. Habló de “revolución para los humildes”, pero sus palabras ya dejaban entrever la supresión de libertades en nombre de la justicia social. Este discurso marcó el inicio de la polarización en Cuba, donde disentir se convirtió en sinónimo de traición.
3- “Discurso de la Segunda Declaración de La Habana (1962)”
En este discurso, Castro proclamó abiertamente la exportación de la revolución a América Latina, desafiando a las democracias de la región. Con un tono beligerante, justificó la lucha armada como vía para imponer el socialismo, sembrando las semillas de movimientos guerrilleros que desestabilizaron el continente. Este mensaje fue una declaración de guerra ideológica, que encontró eco en figuras como Hugo Chávez décadas después.
La intervención en la ONU (1960)
La comparecencia de Fidel Castro en la Asamblea General de la ONU en 1960 fue un espectáculo de cuatro horas y media, el discurso más largo en la historia de la organización. Allí, Castro se presentó como víctima del imperialismo yanqui, mientras defendía su alianza con la Unión Soviética y justificaba la represión interna como una necesidad revolucionaria. Su retórica, cargada de dramatismo y acusaciones, consolidó su imagen de líder antiimperialista, pero también reveló su maligno talento para manipular la opinión pública internacional. Este discurso no solo legitimó su régimen ante ciertos sectores globales, sino que sirvió como plataforma para proyectar su influencia en América Latina.
La visión profética de Rómulo Betancourt
Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela y arquitecto de la democracia venezolana, fue uno de los pocos líderes que midió con precisión el peligro que Fidel Castro representaba. Desde finales de los años 50, Betancourt alertó sobre la deriva totalitaria del régimen cubano. En 1960, tras la radicalización de Castro, Betancourt rompió relaciones diplomáticas con Cuba, denunciando su injerencia en los asuntos internos de Venezuela a través del apoyo a guerrillas comunistas. Su doctrina, conocida como la “Doctrina Betancourt”, establecía que Venezuela no reconocería gobiernos que no emanaran de elecciones libres, una postura que chocaba frontalmente con el modelo autoritario de Castro.
Betancourt no solo identificó la amenaza ideológica, sino que previó cómo el carisma de Castro y su maquinaria propagandística podían seducir a líderes y movimientos en la región. Su advertencia fue una campanada de alerta para las democracias latinoamericanas, aunque no todos supieron escucharla y comprenderla a tiempo.
Fidel Castro y la sumisión de Hugo Chávez
La habilidad de Fidel para manipular alcanzó su máxima expresión en su relación con Hugo Chávez. Luego Nicolás Maduro no es más que un actor de reparto en esta historia. Desde que Chávez asumió la presidencia de Venezuela en 1999, Castro lo convirtió en su discípulo más fiel. A través de una mezcla de carisma, asesoramiento político y promesas de un destino revolucionario compartido, Fidel logró que Chávez alineara a Venezuela con los intereses cubanos, haciendo suya la gritería denunciando “al enemigo externo”, argumento indispensable para justificar sus tropelías. El Convenio Integral de Cooperación Cuba-Venezuela, firmado en el año 2000, marcó el inicio de una relación desigual: Venezuela entregaba petróleo a cambio de médicos, asesores y una creciente influencia cubana en su política interna.
Chávez, deslumbrado por el mito de Castro, cedió soberanía al permitir que agentes cubanos infiltraran instituciones clave, como los servicios de inteligencia y las Fuerzas Armadas. La brújula engañosa de Fidel llevó a Venezuela a una crisis sin precedentes, donde la riqueza petrolera fue dilapidada y la democracia reemplazada por un régimen autoritario que replicaba el modelo cubano. Castro, con su astucia, convirtió a Chávez en un instrumento de su proyecto continental, mientras Venezuela pagaba el precio de su sumisión. Castro logra sobrevivir el desierto que representaba para él, no contar con más recursos procedentes de China ni de la desmantelada Unión Soviética. Castro inventa el Foro de Sao Paulo y trasladó a Venezuela su maquinaria procesadora de ilegalidades bajo la tutela de un Chávez, embelesado ante el distro domador. Comparto una anécdota: Luis Miquilena, quien fue uno de los mentores decepcionados de Hugo Chávez, me confió una tarde conversando en la terraza de su vivienda familiar en Caracas, que había captado y pudo medir, con escalofríos, la astucia de Fidel Castro, cuando en una visita al estado Barinas, colocados ambos en el frente de la casa de Chávez en Sabaneta, Fidel le masajeaba el ego a su manso discípulo, exclamándole: “Mira Hugo, esa casa hay que preservarla, por aquí naciste tú, y ese lugar será patrimonio de la humanidad”.
Lo que paso después lo estamos escarmentando los venezolanos y en muchos otros países víctimas del maleficio del Socialismo del Siglo XXI. La línea medular de Castro se basaba en desmontar las instituciones, dando lugar a un régimen autoritario que tuviera como estrategia el empobrecimiento de la gente, mientras aventaba a millones de venezolanos al destierro. Ese control férreo se ampliaba hasta someter a los medios de comunicación; asaltar impunemente la propiedad privada; ordenar masivas detenciones arbitrarias, aplicarle torturas a los presos políticos, hasta llegar a asesinar a muchos de ellos, combinando esos procedimientos con las figuras siniestras de la “Puerta Giratoria”, “la Diplomacia de Rehenes”, las desapariciones forzadas y las ejecuciones extrajudiciales. Para Fidel Castro “el fin justifica los medios”, de allí que el narcotráfico y la desbordada ola de corruptelas se hacen en nombre de “la revolución”
Conclusión
Fidel Castro fue un maestro de la manipulación, capaz de transformar promesas de libertad en un régimen opresivo y de proyectar su influencia más allá de las fronteras cubanas. Sus discursos, desde la Sierra Maestra hasta la ONU, fueron piezas de una estrategia que combinaba idealismo con autoritarismo. Rómulo Betancourt, con su visión profética, advirtió del peligro, pero no pudo evitar que líderes como Hugo Chávez cayeran bajo el hechizo de Castro. Fue en La Habana en donde se decidió que Maduro fuera el sucesor de Chávez. La rendición de la soberanía venezolana a los pies de La Habana es el legado más doloroso de esa brújula engañosa, una lección que América Latina no debe olvidar si aspira a consolidar democracias sólidas y soberanas.
Antonioledezma.net