Hay una idea recurrente e impactante entre los nuevos «revisionistas» pro hispánicos, entre ellos, algunos mexicanos. Esa idea es que la República y su desempeño ha sido más deficiente que la Monarquía de los Austrias y Borbones.
Yo también extraño a la Monarquía siempre y cuando sea un muy rico mantuano criollo con su latifundio y esclavos. O un canario con una bodega próspera y con muchos clientes. O formar parte de los funcionarios reales arribados desde la Metrópoli y mandar.
En la Venezuela próspera todas las menciones referentes al legado hispánico eran de la más completa indiferencia.
España no era una madre cariñosa. Era la madrastra distante, fría y sin empatía afectiva por sus vástagos. Todos hijos naturales o expósitos. Mestizos de muy baja ralea.
En realidad, esos vástagos, desde el españolismo más recalcitrante, fueron unos traidores y mal agradecidos. Unos ingratos, les escuché decir varias veces, en la Casa de América madrileña.
Negarse a la civilización europea; al progreso social por una Independencia sospechosa: es el castigo.
En la Venezuela petrolera y rica del siglo XX pasado, España eran sus inmigrantes que huían de Franco y la carestía. Sólo el 12 de octubre de 1492, como “Descubrimiento”, era un recordatorio de un pasado compartido. Celebración que obligaba a las escuelas a emperifollarse.
El Estado venezolano hacía casi por inercia ésta celebración a contrapelo de la exaltación omnipresente de los Libertadores que lucharon heroicamente contra la opresión colonialista hispánica.
En los recintos universitarios, Agustín Blanco Muñoz, imponía la voz de protesta alegando acerca del victimismo de los “no descubiertos”. Muy convenientemente nos pasaba por bases por bolas haciendo el vacío de los pueblos indígenas que vieron en los conquistadores de Castilla a unos aliados contra los Caribes y Aztecas.
Venezuela asoció su éxito con los Libertadores y la gesta de la Independencia como referente ilustre. Simón Bolívar a la cabeza: el mito. No la historia.
España era un recuerdo siniestro asociado a la barbarie de Lope de Aguirre, Boves y Morillo. España, la madrastra vil.
Hoy, con la Revolución bolivariana, un acto de venganza sin motivos, y desmedido; extrañar a la Monarquía está de moda. Los bolivarianos y su pésimo desempeño nos han vuelto a recordar a Fernando VII.
Hoy en pleno siglo XXI le cambiaron el nombre al 12 de octubre de 1492. Previamente derrumbaron las estatuas del genocida mayor: Cristóbal Colón.
Ahora le dicen: Día de la Resistencia Indígena. Las maestras y las niñas se disfrazan de guajiras y yanomamis, y nos hacen creer que los pocos indios que quedan y sus descendientes mestizos, están muy a gusto en ésta nueva era de la Revolución.
De formar parte del Imperio más poderoso del mundo en ese entonces (siglos XV y XVI) nos hemos convertido en republiquitas quejumbrosas y muy débiles.
Tan débiles somos, que el sustituto de España en América, como voluntad imperial, decide unilateralmente dónde atacar, dónde robar territorios y recursos naturales sin que esto genere rechazo. Por estos lados se las ponemos bombitas. Primero los ingleses y los franceses. Luego el águila imperial.
Élite suicida y aprovechada, la criolla. Que le importa un pito las consecuencias de todos sus errores y metidas de pata. Destruyen toda una sociedad y ni siquiera sienten culpa. El Poder público es una caja no tan chica y privada.
Cuando recuperemos una vida social libre de la vergüenza, la España monárquica, será otro olvido más.
Los humanos miramos el pasado de una forma selectiva, ideológica y anacrónica bajo el dictado de las circunstancias de cada uno. El resultado de esto no es más que la bruma de una niebla espesa.
Por ello las memorias oficiales son las memorias sociales que los grupos dominantes logran imponer. La Historia doméstica el caos y sirve al potentado.
Mirar hacia atrás puede que sea un acto completamente inútil. Está demostrado que los seres humanos no aprendemos de nuestros errores. Los repetimos tantas veces que los asuntos históricos, sin importar cultura o geografía, son completamente predecibles. Y hasta aburridos.
En última instancia, el verdadero tiempo humano es el presente, ya que la existencia es ahí donde se consume. Los animales, criaturas instintivas, no tienen conciencia del fin. Asumen el presente sin cargas ni dudas. Sólo lo viven.
El refugio del pasado es más tormento que resolución. Y el escape hacia el futuro: un viaje imaginario. Depresión y ansiedad: diagnostican los psiquiatras. Mentes rotas.
Solo los aristócratas de las distintas especies logran abrazar una libertad sin miedo. Son los verdaderos héroes sin estatuas ni homenajes públicos.
¿Monarquía o República? En realidad, da igual. Lo importante es que funcione bien para muchos y no para pocos como siempre ha ocurrido.
En la Historia, primero “te matan y después piden perdón al cadáver”.
DR. A. R. LOMBARDI BOSCAN
@LOMBARDIBOSCAN
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia
Representante de los Profesores ante el Consejo Universitario de LUZ
Octubre, 2025